Construida de forma estratégica sobre una bahía natural, Maputo, ciudad portuaria fundada 1898, se desarrolla en largas avenidas arboladas ordenadas según una malla ortogonal. La embajada de los Países Bajos se encuentra en las afueras de la capital, cerca de la costa del Índico, en un barrio donde predominan los edificios bajos y aislados. En su entorno más próximo encontramos una iglesia, dos colegios y las cancillerías del Vaticano y de Swazilandia. Su posición, retranqueada en un solar con forma rectangular, responde a un doble motivo: por un lado, a la voluntad de crear un ámbito de transición entre la calle y el acceso propiamente dicho, y, por otro, a la necesidad de ocultar a la vista del transeúnte el desorden visual existente a espaldas de la parcela.

Criterios climatológicos imperan a la hora de caracterizar el volumen de la cancillería. Dado que la orientación austral es más fría y favorable en este hemisferio, el edificio, cuya planta tiene forma de L, se abre al sur a través de un porche acristalado, mientras se protege de las altas temperaturas septentrionales ganando en opacidad, aunque permitiendo la entrada de luz en su fachada norte. El trazo corto de la L da a una galería que continúa en el tramo largo, donde está situada la cancillería. La distribución del programa, realizada en franjas longitudinales sobre tres niveles, responde igualmente a dichos criterios. En contacto con el patio ajardinado se disponen las dependencias administrativas, seguidas de una banda central de servicios y de un espacio a doble altura al norte, por donde discurren las comunicaciones. El esquema funcional se completa en planta sótano con un aparcamiento para 14 vehículos, construido como una caja autónoma de madera con varios espacios adyacentes, servidores de los dos niveles superiores.

La caja y la cerca

El monolito de hormigón rugoso del volumen de la cancillería se desmaterializa, sin embargo, en el porche que da al patio. En este punto, los marcos de acero de las carpinterías incorporan un detalle de madera extraído de la arquitectura colonial portuguesa. Dicho motivo se emplea también en la valla perimetral del jardín, de la misma altura que la cancillería, para crear un tamiz de listones que filtra las vistas de la embajada desde la calle. Con la misma intención, la luz intensa se criba a través de un peine de parteluces alargados situados en la fachada norte, y se hace llegar de forma indirecta a través de lucernarios sobre la zona central de servicios.

Doce flamboyanes se distribuyen irregulares por el jardín del patio, diseñado por el paisajista Michael van Gessel. Esta especie, de porte majestuoso, florece profusamente en primavera y difunde sombra clara el resto del año... [+]