Palacio del cine, Dresde
Coop Himmelb(l)au 


Claudia Kugel

Como escenario para el entretenimiento de masas, la sala de cine ha resultado ser una tipología asombrosamente adaptable. Ha sobrevivido a los efectos de dos guerras mundiales, a la televisión, al vídeo, a la disminución del público, a unas políticas distributivas carentes de imaginación y al deterioro de los edificios. Sin embargo, a lo largo de la corta historia del cine, el manido recurso a los efectos escenográficos en el interior de las salas ha demostrado ser claramente un sustituto plausible del verdadero mérito arquitectónico. Son muy pocos los cines europeos que hayan conseguido la moderna elegancia de proyectos tales como el minimalista cine Babilonia de Berlín, de Hans Poelzig, o como el Skandia, esa pequeña joya de Asplund en Estocolmo.

El auditorio cavernoso y profusamente decorado que fue la tipología habitual de la sala de cine durante más de cincuenta años ha quedado virtualmente obsoleto hoy en día. Para la mayor parte de los distribuidores comerciales, la clave de la rentabilidad reside en la capacidad para proyectar el máximo número posible de películas. En los años setenta y ochenta, esto llevó a la división de los edificios existentes en una serie de volúmenes más pequeños y claramente inadecuados; en los últimos tiempos, se ha recurrido a los edificios multisala construidos ex profeso, que pueden encajarse como una actividad más dentro de los centros comerciales o plantarse en mitad de un solar barato de la periferia. Las multisalas son por lo general edificios sin personalidad, aunque de vez en cuando la política del mínimo común denominador deja lugar a la innovación. Los cines diseñados por Koen van Velsen en el corazón de Rotterdam, con su gran vestíbulo luminoso concebido como una prolongación del espacio público (véase Arquitectura Viva 54), demuestra lo que se puede conseguir con una serie de cajas introvertidas y ciegas. 

Ambición urbana
El nuevo palacio cinematográfico de Coop Himmelb(l)au en la ciudad germano-oriental de Dresde constituye otra reformulación experimental de un programa esencialmente prosaico. Al igual que la multisala de Rotterdam, posee también la ambición urbanística de revitalizar y densificar el centro urbano mediante la creación de nuevos espacios públicos. El solar es un triángulo rectángulo limitado por la bulliciosa St. Peterburgerstrasse, a lo largo de la hipotenusa que forma el lado sureste. Al oeste se yergue una fila de bloques elevados sobre un podio que alojan apartamentos tipo barraca, construidos durante la posguerra; más allá de éstos discurre la Pragerstrasse, una vía principal. El cine y la plaza que lo rodea forman una nueva conexión entre la Pragerstrasse y la St. Peterburgerstrasse.

El nuevo edificio está formado por dos partes conectadas entre sí. Una pastilla ortogonal aloja ocho salas de cine con asientos para 2.600 personas. Cuatro de las salas más pequeñas están situadas bajo tierra, mientras que las cuatro restantes se albergan, encajadas entre ellas como cuñas, en una pastilla de seis alturas. Pegado al flanco noroeste de esta especie de búnker se presenta un volumen cristalino y sesgado que sirve de vestíbulo a todas las salas. Las escaleras de incendios descienden en cascada a todo lo largo del costado del bloque, mientras que la estructura del vestíbulo se retuerce en una serie de inusitadas contorsiones generadas por ordenador. El áspero hormigón visto del bloque de salas lo convierte en un contrapunto denso y terrenal al dinamismo y la ligereza del vestíbulo. Sin embargo, parece que la calidad casi de cuarzo de la maqueta original no se ha traducido plenamente en el edificio terminado. Lo que prevalece es, por el contrario, una suerte de austeridad industrial que confiere al cine la apariencia de una fábrica derruida o de una plataforma petrolífera parcialmente desmontada.

En el altísimo interior del vestíbulo, rampas, escaleras y puentes —algunos de ellos acristalados y otros encerrados entre balaustradas de metal galvanizado— describen trayectorias angulosas a través del espacio, evocando oportunamente las primeras películas expresionistas alemanas. Un café bar alojado dentro de un doble cono está suspendido vertiginosamente sobre el vestíbulo, como una gigantesca pajarera.

Así, los usuarios quedan convertidos en parte de un ballet urbano elaboradamente coreografiado, con escenográficas vistas a través del vestíbulo y sobre la plaza. Por la noche, el resplandeciente cuerpo de vidrio se convierte en un enjambre de actividad, cuya animación se proyecta al exterior a través de la piel transparente. Con este elemento, el edificio entabla y sostiene un diálogo con la ciudad y sus habitantes, revitalizando el centro urbano…[+]


Obra
Palacio cinematográfico UFA, Dresde.

Cliente
Ufa-Theatre AG.

Arquitectos
Coop Himmelb(l)au: Wolf D. Prix y Helmut Swiczinsky.

Colaboradores
Tom Wiscombe, Verena Perius, Andreas Mieling, Florian Pfeifer, Andreas Schaller, Alexander Seitlinger, Andreas Westhausser, Susanne Zottl; Bollinger + Grohmann (estructura).

Fotos
Ralph Richter / Architekturphoto; Christian Richters.