Situada en lo más alto de una colina, esta torre blanca y esencial fue encargada por una compañía eléctrica que quería construir un mirador para los visitantes que acudían a un parque eólico situado cerca de Shimonoseki, en la prefectura de Yamaguchi, al sur del país. Con ello se pretendía que dichos visitantes pudieran contemplar el paisaje del enclave, singularizado por el ballet mecánico de las inmensas palas de los aerogeneradores. Sin embargo, el particular genio del lugar, caracterizado por la presencia física y sensorial del viento, dio alas a un proyecto más ambicioso. ¿Por qué no ir más allá, y en lugar de proyectar un simple mirador, estático y contemplativo, llegar a una arquitectura que, de algún modo, fuese capaz de responder dinámicamente a las solicitaciones de los vientos, al igual que lo hacen las nubes, las flores y las hojas de los árboles?

El mirador convencional encargado originalmente dejó así paso a una estructura literalmente elástica, que puede deformarse de manera perceptible según las direcciones mudables del viento, y recuperar después su forma. Para conseguir este efecto, la torre, con unas dimensiones de 2 x 2 x 7,5 metros, se construyó a partir de una retícula estructural de pletinas de acero de 6 milímetros de canto, arriostradas verticalmente con tensores del mismo material y horizontalmente con un zuncho situado en el extremo superior del entramado. Con estas condiciones de contorno, y considerando una velocidad del viento de 29 kilómetros/hora, el desplazamiento en el extremo de la estructura puede llegar a ser de 150 milímetros.

El revestimiento, formado por paneles de caucho vulcanizado de 15 milímetros de espesor, contribuye no sólo a transmitir la acción del viento a la estructura, sino también a amortiguar la vibración y, por tanto, el ruido que en ella se produce. El enfático blanco de este acabado —en el que apenas se aprecian juntas de ningún tipo— remarca además la geometría rotunda y los planos tersos, apenas perforados por huecos curvilíneos, de la torre, acentuando al cabo su hermetismo respecto del paisaje.