Inspirada en las bodegas de atmósfera húmeda y sombría, esta casa cueva evoca el paso del tiempo sugerido por los procesos de sedimentación y erosión; evoca también el mundo de las galerías laberínticas excavadas por los gusanos; y, por su conexión directa con el suelo, alude, a la postre, a la esencia más arcaica de la arquitectura.

El programa es sencillo: un pequeño restaurante adosado a la vivienda de una pareja de chefs. No es sencilla, por el contrario, la traza laberíntica de la casa, que conduce de un espacio a otro a través de grietas y moldeados cavernarios, sin dejar que, en ningún momento, puedan adivinarse desde el exterior ni el programa ni la propia casa.

La arquitectura resultante, si bien parece excavada, es fruto de un proceso constructivo que implicó trabajar con una suerte de ‘trampantojo tectónico’. En lugar de excavar directamente el terreno para crear galerías, lo que se excavaron fueron agujeros que se llenaron de hormigón e hicieron las veces de encofrado natural de la losa. Una vez ejecutada esta, y tras una larga fase de diseño y cálculo (los pilares curvos de la ‘cueva’ han necesitado siete años de estudios previos antes de que se pudiera acometer su construcción), se fue vaciando el terreno para generar el efecto final: una envoltura de hormigón armado que se hunde en el terreno y se retuerce buscando la luz.