Situado en lo alto de una colina junto a la ciudad de Anyang, en Corea del Sur, el proyecto forma parte de un plan desarrollado en 1999 para revitalizar el entorno natural y atraer a visitantes mediante intervenciones artísticas en el paisaje.

Conceptualmente, el camino que asciende hasta el pico se despega del terreno y continúa su recorrido en espiral, convirtiéndose en una torre desde donde se observan vistas panorámicas. Esta nueva estructura no sólo actúa como mirador sino que también invita a la gente a visitar la torre por su valor como obra de arte en sí misma y como marco de otras actuaciones. El ancho de la pasarela varía a lo largo del recorrido a partir de un mínimo de un metro y medio, mientras que la longitud total de la espiral es de 146 metros, con una pendiente del 10% y una altura de 14,6 metros. En la base, esta montaña artificial envuelve un espacio vacío de 160 metros cuadrados que puede acoger pequeñas exposiciones o instalaciones. La torre se convierte, por tanto, en una tribuna desde donde, además de mirar al exterior, se mira hacia el interior. La estructura está formada por una serie de postes, rigidizados entre sí mediante cruces de San Andrés, donde se apoya la pasarela. Una sucesión de tablillas de madera genera una superficie alabeada que define el volumen cónico interior y sirve como barandilla.