La región vitícola del Alto Duero, famosa por la producción del vino de Oporto, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001, en la categoría de paisaje cultural. La construcción de una central hidroeléctrica para aprovechar la energía del río Tua —un afluente de la margen derecha del Duero— puso en peligro esta clasificación, debido al impacto visual y ecológico que tendría sobre el territorio. Para atenuar los efectos negativos de esta infraestructura, la empresa promotora encargó a Souto de Moura un proyecto que minimizase la presencia de la intervención en su entorno. El objetivo era eliminar el carácter de ‘edificio’ de los nuevos volúmenes, reduciendo su imagen a la de una ‘máquina’ que se inserta en el paisaje.

Una plataforma de hormigón cubre el atrio soterrado y los dos pozos donde se sitúan los sistemas reversibles de turbina-bombeo. Sobre ella, se agrupan una serie de maquinarias que debían estar obligatoriamente al aire libre —un puente-grúa móvil, transformadores de energía y un pórtico de línea— y que confieren el aspecto industrial al conjunto. Dicha plataforma, de 36 metros de ancho, obligó a realizar un desmonte en la montaña con una inclinación de 45º. Para que el resultado final fuese lo más natural posible no se usaron muros de hormigón para contener el terreno, sino que se optó por cortar la roca y revestirla con una red metálica prácticamente imperceptible. A lo largo de la pendiente, se excavan una serie de agujeros de un metro de profundidad para plantar olivos y restituir así la vegetación autóctona. En la base de la montaña, un edificio técnico con forma escalonada se oculta bajo tierra en continuidad con el perfil de la ladera, dejando visible tan sólo una serie de cajones de hormigón con los accesos y las salidas de ventilación.

El programa social —formado por el centro de control, salas de reuniones, servicios, vestuarios, etc.— se sitúa bajo la plataforma principal en una pastilla enterrada entre los dos cilindros que contienen los motores auxiliares, y se abre hacia el exterior mediante una ventana apaisada de un metro de alto y 25 metros de largo. Todo ello contribuye a que el edificio quede prácticamente oculto entre el puente de hormigón firmado por el ingeniero Edgar Cardoso, en primer plano, y la presa que cierra el valle como telón de fondo. De manera complementaria, el proyecto cuenta con un puesto de observación, situado estratégicamente en lo alto de la montaña, y con una torre de agua que tiene forma de cono invertido, cuya simplicidad volumétrica contrasta con la riqueza natural del entorno.