Sobre un recinto de forma triangular ubicado en un área residencial de Manlleu y ocupado parcialmente por las piscinas de verano del municipio barcelonés, se ha levantado un nuevo equipamiento deportivo que alberga la piscina cubierta. El perímetro de la parcela queda delimitado por una empalizada construida con planchas de acero galvanizado, unidas entre sí únicamente en su parte inferior, que adquieren rigidez gracias a un pliegue. La separación entre las piezas, su dimensión y orientación establecen distintos grados de opacidad en función de la posición del observador.

Como telón de fondo del conjunto, se ha construido un volumen prismático apoyado sobre el límite del solar. El proyecto inicial contemplaba su ubicación sobre una superficie de agua, buscando materializar la idea de flotación y jugando con los reflejos acuosos. Esta delgada lámina penetraba de modo simbólico en el interior del edificio de tres formas distintas: a modo de grieta, como patio de luz y finalmente, como elemento de separación entre los vasos de la piscina y entre éstos y los vestuarios. Por ello, el acceso se producía a través de una pasarela ubicada sobre el agua.

Finalmente, en la propuesta construida —más contenida en su presupuesto—, el acceso se sitúa en la parte central del edificio, tras atravesar un porche abierto al exterior desde el que se dominan las piscinas de verano y al que se accede a través de una rampa. Gracias a ella, desde fuera se llega directamente a la zona superior de las gradas, para descender posteriormente hasta la cota de las piscinas, separadas de los vestuarios por un estrecho y largo patio que permite la entrada de luz natural. A su vez, sobre este nivel se ha ubicado una sala polivalente volcada en su cara norte al paisaje, que se emplea como gimnasio, sala de entrenamiento y lugar de celebración de eventos.

El graderío discurre a lo largo de los cincuenta metros de longitud del vaso principal y se abre hacia el paisaje mediante unas lamas colocadas en la fachada que protegen el recinto del excesivo soleamiento. Al mismo tiempo, establecen un filtro con el lugar, regulando las diferencias de temperatura y controlando las vistas del paisaje. El resto del cerramiento se ha realizado con planchas onduladas de acero no coincidentes en altura, que generan múltiples reflejos aportando a la superficie de la fachada cierta sensación de movimiento. Con ello la envolvente adquiere las cualidades propias de una superficie acuosa y, de este modo, se refuerza el vínculo que existe entre el sistema constructivo empleado y la función del edificio.