Al este del centro urbano de Jerez, el entorno para el que se proyectó el Palacio de Deportes en 1997 contaba ya con varias instalaciones para la práctica deportiva, además de otras en construcción, dispuestas según una trama definida. Durante el periodo de ejecución del mismo, el área fue objeto de una reordenación con el fin de dar cabida a las instalaciones de los Juegos Ecuestres Mundiales de 2002. Es en esta nueva realidad donde el edificio, cuyo diseño no cambió, ha visto la luz.

Cuatro piezas de forma rectangular conforman un cuadrado de unos 100 x 100 metros. Tres de ellas son contiguas y paralelas, y la cuarta, perpendicular a las anteriores. La principal, excavada respecto al nivel de la plataforma de acceso, alberga la sala principal o Arena, mientras las otras tres, menores y dispuestas en sentido transversal, se ocupan con oficinas, el vestíbulo y una sala complementaria. Un óvalo construido con cuatro centros da forma a la Arena, proyectada según los fundamentos del anfiteatro clásico con un graderío dividido en tres niveles, pero con variaciones respecto al orden que lo inspira. En la parte inferior, un graderío móvil retráctil acerca al público a la pista central y permite utilizar la Arena en sentido transversal, divida en tres canchas. La cávea media es la de mayor capa-cidad y otorga al espacio su carácter rotundo, con siete gradas interrumpidas en tres únicos puntos por los vomitorios. Desvinculado de la rigidez geométrica del óvalo, el graderío alto se eleva sobre pilastras, a modo de transición entre el espacio oval y el cubo de hormigón y vidrio que lo cubre.

Sobre el lado oriental y conectada con la pieza central se sitúan la sala complementaria, que alberga una pista polideportiva —a su vez divisible—con un graderío en la parte central, además de un gimnasio, tres pistas de squash y otras salas menores en el norte; y a ambos lados de ésta las oficinas y el espacio de acceso, con los ámbitos representativos y las instalaciones.

El hormigón in situ moldea el interior del edificio, materializando suelo, muros y techo; las instalaciones, ejecutadas antes de hormigonar, quedaron embutidas en muros y losas. La cubierta, de acero y revestida con GRC y grava o baldosa de cemento, delimita el acceso con un voladizo de veinte metros. En la fachada suroeste dicha cubierta queda relegada a un segundo plano permitiendo que una escala menor, la del área de oficinas, se adueñe de la calle con un despiece en dos alturas y paneles de colores visibles tras el vidrio. En este lado, una lámina de agua se adentra en el cuadrado de la planta y crea una pequeña plaza orientada al sur.