Tomando como referencia el Metabolismo de las décadas de 1960 y 1970, el One Madison Park se concibe según un esquema modular que se refleja tanto en el interior como en el exterior. De su cuerpo central de 189 metros de altura cuelgan una serie de formas cúbicas situadas de manera asimétrica con respecto al eje vertical. El efecto es que la figura externa se aligera y se recubre de un aura de ingravidez al tiempo que se propicia la diversidad tipológica en las unidades residenciales, cuyas particiones se corresponden con los pilares y las pantallas de hormigón armado de alta resistencia que conforman la estructura.

En la búsqueda de una síntesis entre los tipos modernos y los tradicionales, uno de los objetivos del proyecto es el de levantar una torre contemporánea respetando la arquitectura consuetudinaria del vecindario y el sistema constructivo en fábrica de ladrillo típico de los alrededores del Madison Square Park. Por esta razón, el núcleo principal se reviste de paneles de vidrio y bronce en tonos terrosos, lo que permite una adecuada integración del rascacielos con respecto a los edificios de piedra caliza y de mampostería colindantes. Su altura y esbeltez también realzan el perfil de sus dos célebres vecinos —el Flatiron Building y la Metlife Tower—, completando una lógica progresión lineal que se dibuja a la postre en el skyline de la ciudad.