La nueva iglesia de Knarvik está emplazada sobre una colina en un paraje espléndido de la costa Oeste de Noruega y adopta una forma compacta que evoca la de las iglesias luteranas tradicionales del país. Pero, lejos de imitar literalmente los tipos del pasado, el esquema de la iglesia los reinterpreta para cobijar un programa puesto al día en el que se combinan lo divino y lo profano. De esta manera, el edificio se dedica en la planta baja a las funciones litúrgicas —un espacio rectangular con capacidad para 500 personas—, mientras que el sótano queda reservado para los usos culturales y administrativos. Ambos niveles se conectan por una ‘plaza’ interior, y se separan mediante mamparas deslizantes de vidrio. Al exterior, las partes más emblemáticas de la iglesia —la aguja o campanario, el santuario y la capilla— se manifiestan mediante pliegues y facetas ascendentes que quiebran la horizontalidad de la cubierta, y dotan al conjunto de una imagen fácilmente reconocible en el contexto. Con su carácter nórdico, el material predominante en los acabados, la madera, contribuye a hacer más familiar aún el edificio, adoptando un color y textura diferentes en función del uso y la ubicación. Así, mientras que la piel exterior está construida con tablillas de pino prepatinado, el revestimiento interior se fía a listones de pino de tonos muy claros, que alegran la atmósfera interior de la iglesia...
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