El proyecto consiste en la transformación de las vías de tren que unían Rosheim con Saint Nabor en un sendero equipado con instalaciones y pabellones al aire libre. Además del transporte de pasajeros, las vías cumplían una función industrial. Esta dualidad se mantiene en la intervención, donde lo funcional enlaza con el disfrute del viaje y de la naturaleza: más allá de constituirse como un simple sendero, se plantea un recorrido tanto para turistas como para los habitantes del lugar, destinado a la contemplación y al descubrimiento de nuevos paisajes. El recorrido serpentea a lo largo de once kilómetros y cuenta una historia en cinco episodios —Rosheim, Boersch, Leonardsau, Ottrott y Saint Nabor— que muestran diferentes escenas a través de una serie de hitos, pensados para potenciar la experiencia y enmarcar las vistas: desde espacios laberínticos con volúmenes cóncavos y convexos, hasta un mirador elevado sobre pilotes, pasando por pasarelas y bancos de diferentes geometrías colocados a lo largo del sendero. Además del acero cortén, que se emplea como material principal, el agua es otro elemento que aparece de manera recurrente.