Situadas en la fachada marítima de Barcelona, las Atarazanas Reales son un conjunto gótico que, desde sus orígenes a finales del siglo XIII, se destinó a la construcción de las galeras más grandes de la flota de Aragón. Cuando en 1935 el edificio fue cedido al Ayuntamiento, se decidió convertirlo en un museo marítimo para recuperar el esplendor de sus inmensos espacios isótropos configurados por altas arcadas. El complejo, que se compone de cinco naves distintas, ha sido restaurado durante treinta años siguiendo varios criterios generales, de los cuales los más importantes han sido la búsqueda de la transparencia de los espacios derribando particiones no originales, y la introducción de luz natural. Mientras que las nuevas dotaciones del museo y el acceso se han dispuesto en el edificio Norte, el resto de las naves —que acogen la exposición permanentes— se han devuelto a su estado original, matizado ahora por unas pequeñas aperturas en las cubiertas que, al arrojar luz sobre las arcadas, contribuyen a crear un espacio abstracto.