El proyecto ganador del concurso convocado para la realización del Centro Internacional de la Cultura Visigoda toma como referencia formal y constructiva su propia arquitectura —capaz de inspirar proyectos modernos como los pueblos de colonización de Rafael Fernández del Amo o el quiosco de flores del sueco Sigurd Lewerentz— para desarrollar una propuesta que oscila entre una modernidad de mínimos y la tradición vernácula; una arquitectura pragmática y esforzada, tan equilibrada como tranquilamente sostenible.

El emplazamiento, por sus rasgos específicos, reclamaba una intervención optimista que cualificara el conjunto, dotándolo de una condición representativa y al mismo tiempo integrada en el territorio de la Vega Baja de Toledo. Se propuso una construcción de un solo nivel conformada mediante un sistema de células de planta cuadrangular que, con un perímetro quebrado y una volumetría fragmentaria, trata de dinamizar un amplio territorio libre de edificaciones. La composición por células hace referencia a la modulación de las plantas de las iglesias visigodas, que se organizan a partir de los cuadrados que integran la planta de cruz griega y de otros elementos, también de planta cuadrangular, que amplían y complementan la figura predominante. Se trata éste de un sistema estructurado gracias a un conjunto de leyes de relación que recoge las diferentes orientaciones, ligeramente desviadas entre sí, de los ejes de las iglesias visigodas, tomando como referencia el mapa de su ubicación en la Península y en relación a la ciudad de Toledo.

El programa se organiza a partir de tres unidades elementales cuadrangulares de 14, 17 y 21 metros de lado, que contienen una superficie de doscientos, trescientos y cuatrocientos metros cuadrados respectivamente. La repetición de estas células de acuerdo al programa permite resolver las diferentes áreas que integran el complejo: el Centro de Interpretación de la Vega Baja, el Centro de Investigación del Patrimonio, las áreas expositivas y los almacenes e instalaciones.

Las edificaciones, de pequeña escala, se abren en diversas direcciones, favoreciendo la comprensión del amplio espacio arqueológico y estableciendo vínculos formales, volumétricos y escalares con los pabellones del cercano campus universitario existente en la Fábrica de Armas. El movimiento de los volúmenes, las cubiertas, y su geometría celular, tratan de resolver la relación visual con el entorno a partir de la intencionada ambigüedad formal de su volumetría y de los colores terrosos de sus materiales, mimetizándose con el contexto.