El punto de partida del proyecto, ubicado en el parque Taoyuan de Chongqing, en el corazón de China, fue la fusión entre el edificio y las líneas ondulantes que caracterizan la topografía del lugar. Con este fin, en vez de construir un ‘objeto’ dispuesto sobre un plano abstracto, se procuró relacionar la forma arquitectónica con el paisaje. Una de las claves de la fusión de lo artificial con lo natural fue el empleo de cubiertas y fachadas verdes, que ayudan a integrar el volumen en su entorno, al mismo tiempo que mejoran el aislamiento térmico de la envolvente del edificio.

Conseguir continuidad entre el interior y el exterior del edificio fue otro de los fines del proyecto. Una cubierta continua conecta los pabellones en un volumen único, y va inclinándose hacia arriba y hacia abajo para adaptarse a la topografía. Esta cubierta sirve asimismo para enmarcar dos patios: un jardín y una plaza verde. En la arquitectura tradicional de Chongqing, el qilou (casa-terraza) resulta un tipo frecuente, habida cuenta del clima lluvioso, y se ha incorporado al sistema del edificio.

Finalmente, los pabellones disponen de sus propios atrios, iluminados por claraboyas. Las aberturas, ventanas, voladizos y corredores disuelven los límites entre el interior y el exterior.