El proyecto consiste en la recuperación y transformación de un edificio industrial de 1920 en museo, resaltando su especial configuración en tres naves y sus texturas interiores, y añadiendo capas que lo adaptan al nuevo uso. La nave iba a ser derribada en 2008 en el contexto de la construcción del Parque Central del Poblenou, que preveía cortar la continuidad de la calle Pere IV, a la que está íntimamente ligada. Una asociación vecinal convenció al Ayuntamiento de la necesidad de conservar el edificio —en estado de ruina estructural—, pocos días antes de la entrada de las excavadoras.

El proyecto nace de un concurso convocado en 2009, y propone la preservación del carácter particular de la nave, y en especial de la riqueza de su espacio interior, ya que el exterior había estado siempre envuelto por edificios anexos. La propuesta se basa en la adición de las mínimas piezas necesarias para su funcionamiento, construidas en un único material dorado que añade una nueva capa al conjunto. Un nuevo porche, que toma toda la longitud de la fachada principal, se añade al edificio patrimonial, siguiendo la antigua estrategia de adosar otras piezas, y permite una relación abierta del museo con el parque en el que se sitúa.

El contexto de austeridad provocó la fragmentación del proyecto en diferentes fases. Esto obligó a desnudar la propuesta de todo aquello que no fuera estrictamente necesario, dotando al edificio de una sencillez que pone en valor la arquitectura existente. Se cubrieron las ventanas con unos paneles translúcidos, protegiendo las carpinterías originales de madera hasta que fuera posible restaurarlas. Se oscureció la sala con unos sencillos toldos de rafia, se sustituyó la cubierta y se construyó un pavimento de hormigón. En ese momento el equipamiento se abrió ya al público, sin climatización, con múltiples exposiciones y conferencias. Recientemente se ha construido un ascensor y una escalera para acceder a la planta altillo, así como el porche y un bar.

Todo ello construye una pieza a medio camino entre un edificio y un pabellón, aún sin climatizar y en renovación constante, que acoge todo tipo de actividades culturales, demostrando el valor y la riqueza del reciclaje arquitectónico. Una parte de la intervención se funde con el edificio original; algunas barandillas, una de las pasarelas, la cubierta, el pavimento y las protecciones de las ventanas. Otras en cambio se manifiestan en ese acero galvanizado dorado tan singular que construye la escalera, la segunda de las pasarelas, el ascensor y el porche, con la firme voluntad de ser la figura sobre ese fondo industrial al que sin embargo pertenecen.

El proyecto se basa en la adición de las mínimas piezas imprescindibles, construidas en un único material dorado que añade una nueva capa al conjunto. Un escultórico porche toma toda la longitud de la fachada principal.

En el interior de la nave se libera espacio con el fin de conseguir la mayor flexibilidad y libertad expositiva, poniendo en valor las texturas de ladrillo y la riqueza espacial de la antigua fábrica, de principios del siglo xx.