La escuela Lévi-Strauss se sitúa en un entorno urbano en transformación, entre una zona residencial de edificios antiguos y el puerto fluvial de Lille, poblado de naves industriales. El edificio principal se ubica en el bulevar y a él se abre mediante el muro cortina que comunica visualmente el vestíbulo con un amplio espacio público, lo que le confiere un aspecto institucional. Ubicada en la Rue Lestiboudois, casi llegando al Boulevard de la Lorraine, la entrada principal se protege de la lluvia mediante el porche que forma el volumen suspendido de la planta primera.

Su organización espacial se inspira en los antiguos institutos, que contaban con un gran patio central. Éste ha sido diseñado con gran cuidado, atendiendo a la vegetación y al diseño de la pavimentación bicromática, así como a sus condiciones de soleamiento. En este sentido, la articulación de los volúmenes lo abraza y resguarda del viento, a la vez que consigue la mayor incidencia solar al elevar tan sólo dos plantas sobre rasante los volúmenes que lo delimitan al sur, este y oeste. Las aulas ocupan la primera y segunda planta del conjunto, junto a otros espacios como la biblioteca o los laboratorios. La alineación asimétrica de las ventanas cuadradas y de tamaño diverso ofrece un alzado dinámico a la calle, y ofrece vistas de la ciudad a los alumnos. Por su parte, el comedor se abre completamente hacia el sur, hacia una zona de juegos que utiliza la vegetación con profusión, y hacia la pista de deporte. Más allá de ésta se encuentra el gimnasio cubierto, que a pesar de estar aislado mantiene el mismo acabado en ladrillo que unifica el conjunto.

Como en otras regiones del norte de Europa, el ladrillo es el material predominante en las fachadas. En este caso, el diseño de esquinas curvas persigue conseguir un aspecto suave y seductor. Colocados en los tres estratos que se corresponden con los niveles dislocados del edificio, los ladrillos conforman muros tersos que zigzaguean creando un edificio de aspecto orgánico. La doble piel de estos muros se compone de la estructura de hormigón y el revestimiento exterior de ladrillo, entre las que se coloca el aislamiento térmico. Por el papel crucial que juegan en la imagen del edificio se han utilizado ladrillos moldeados al modo tradicional, que presentan irregularidades y matices diversos. Asimismo, esta fabricación ha permitido crear piezas redondeadas para las esquinas. En cuanto a sus variaciones cromáticas, éstas se deben a los distintos tiempos de cocción y a la posición concreta de cada pieza en el horno, y hay algunos ladrillos que se han barnizado, lo que los hace destellar bajo el sol.