En 1971, un grupo de artistas, filósofos y arquitectos dirigidos por Alberto Cruz iniciaron una singular experiencia pedagógica, conocida como Ciudad Abierta. Se trataba de materializar una serie de experimentos, formulados desde el control climático, que sirvieran como ejercicios prácticos para profesores y alumnos de la Universidad de Valparaíso. Enmarcada en este conjunto de intervenciones, la Hospedería del Errante comenzó a construirse hace más de veinte años. El programa recuperaba la idea de ‘casa abierta’: una secuencia de estancias dispuestas en un recorrido continuo y sin espacios terminales; y cuya envolvente exterior queda definida por dos elementos básicos: fuselajes y celosías.

Por fuselaje se entiende toda forma ordenadora de aire; en el proyecto se denominan así los paños que giran por la acción del viento predominante del suroeste, produciendo los huecos de los accesos. Se trata de aprovechar la simplicidad del comportamiento dinámico de este medio físico, cuya ley general depende de un incremento de presión explícito en el teorema de Bernoulli. Por celosía se entiende una superficie con elementos seriados o irregulares (vitrales), que además de controlar la entrada de luz desempeñan un papel estructural de arbotantes, pudiendo variar su grado de opacidad siempre según la iluminación cenital. En este caso, son los muros septentrionales (en el hemisferio sur esta orientación es la del recorrido solar) los que se sirven de este recurso para convertirse en reguladores de la temperatura en el interior del recinto.

La luz pasa así a ser uno de los elementos más relevantes de este espacio, y su entendimiento aquí se desglosa en tres conceptos: cromatismo por proyección solar, encendido cromático de puntos muertos y color saturado. El primero se refiere a la luz filtrada por los vidrios de colores insertos en el vitral; el encendido se aplica sobre lugares que no reciben incidencia solar; y la saturación se refiere a la pintura de color, que destaca del resto al quedar enmarcada por el material...[+]