El paraíso ha tomado muchas formas a lo largo del tiempo, pero últimamente tiende a asociarse con la imagen de playas de arena blanca y floresta exuberante que nadie parece haber hollado nunca. Se trata de un tópico explotado por la industria hotelera y que también expresa a su manera este pabellón de descanso situado en un enclave idílico —paradisiaco— de la costa de Brasil. Menos pabellón que umbráculo, el conjunto se sostiene en una serie de pilares dotados de cierta impronta clásica, y se cubre con una estructura de madera laminada y bambú cuya doble curvatura la hace resistente al embate del viento y cuya densidad la protege del sol sin dejar de abrirla a la ventilación. Gracias a su forma de hoja, esta estructura proyecta una sombra de traza orgánica y perfil cambiante que hace eco de las sutiles fluctuaciones del entorno. El agua vaporizada merced a un sistema de tuberías colgadas de las vigas alimenta las plantas al mismo tiempo que enfría la atmósfera.