Un triangulo frente al río Tormes encierra el solar elegido para alojar, en un único edificio y según establecían las bases del concurso, cele-brado en 2000, un hogar de jubilados y la concejalía de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Santa Marta. Con un desnivel de cinco metros respecto al cauce fluvial, el nuevo volumen ocupa una plata-forma sustentada por muros de hormigón clavados en el talud. La posición de dominio oculta la calle cercana —los muros de contención sobrepasan la plataforma, a modo de burladeros, en más de un metro—, de manera que el paisaje lejano preside el interior más inmediato.

Tres crujías se ciñen al perímetro del solar para materializar los lados del triángulo —el mayor se adosa en realidad a una medianera—, definiendo un patio al aire libre. El diseño del pavimento —una combinación de grava y plataformas de listones de madera—, los bancos, las luminarias y los árboles relacionan este espacio con el paseo de ribera.

La crujía occidental, construida por hojas de vidrio encajadas entre una sucesión de muros transversales —impidiendo otra visión que no sea la del río— pone en conexión estas dos naturalezas. Em-plazada en la parte central de este gran pasillo, una caja sólida alberga una cafetería, cualificando el resto del espacio como un gran salón de estar. Sobre el segundo de los lados, que interrumpe su continuidad mural con una entrada oblicua respecto a la calle que desciende desde el centro, un prisma de hormigón sobresale del conjunto. Esta otra caja acoge una sala de usos múltiples, bañada por la luz procedente de dos grietas horizontales, emplazada una a ras de suelo y otra en la parte superior, al este y al oeste respectivamente, que centran la mirada. Su altura limita las vistas más allá del patio a los empleados de la concejalía, cuyas oficinas se alojan en la planta superior de la tercera crujía. Entre el muro medianero y las dependencias del hogar en planta baja se esculpe la escalera que conduce de manera independiente a los despachos municipales, que buscan la mejor luz y orientación abriéndose hacia el norte, donde se halla el vacío del río.

Rematando el triángulo, una rampa se adosa a la pieza perpendicular al río desde la entrada al patio, conduciendo a los visitantes hasta una planta superior descubierta. La losa de gran canto —que embebe vigas de 1,05 metros— se vacía por su cara exterior para dibujar un paseo en altura. Protegido por poyetes de cierta profundidad, este espacio constituye una terraza pública que, incidiendo en la esencia del espacio inferior, coloca al visitante ante la visión única del curso de las aguas.