Desde su fundación a comienzos de la década de 1930, la Escuela de Arte Tyler, de la Universidad de Temple, estuvo ubicada en un bucólico barrio de las afueras, al norte de Filadelfia. Sin embargo, con el tiempo, los edificios de escala casi residencial y dispersos por el campus que ocupaba la escuela acabaron en tan mal estado que en 2003 se decidió el traslado de la institución a las afueras de la ciudad; un movimiento que tuvo un doble objetivo: por un lado, dotar a la Tyler con una sede centralizada y puesta al día; por el otro, disfrutar de las ventajas del centro urbano.

Dando respuesta a estos objetivos, el edificio de 23.000 metros cuadrados consiste en un zócalo destinado a talleres de fotografía y ebanistería, sala de conferencias e instalaciones, una primera planta con el área de admisiones, la sala de exposiciones y los talleres de cerámica, escultura y vidrio, una segunda planta con las aulas de metales, joyería, impresión y artes gráficas, y, finalmente, un ático orientado al norte que alberga los talleres de dibujo y pintura. Todos estos espacios están dotados de un carácter propio, sin dejar de pertenecer a un conjunto unitario que se percibe a través de un paseo arquitectónico desplegado en dos niveles, y que comienza en un generoso vestíbulo inundado de luz natural.