La arquitectura más sostenible es aquella que permanece en uso durante más tiempo. Con esta premisa como punto de partida, se decidió apostar por la creación de espacios indeterminados capaces de adaptarse a las necesidades cambiantes de los usuarios, minimizando para ello la presencia de la estructura interna gracias a la capacidad portante de la fachada. Además, la escala, orientación y materialidad de la intervención se diseñaron como respuesta al carácter heterogéneo del barrio en el que se asienta: un contexto semiurbano a las afueras de la capital definido por desarrollos de gran escala, con edificios de ladrillo de diferentes épocas y de distintos tamaños. El complejo se divide así en dos cuerpos conectados, formados a su vez por tres volúmenes de alturas diferentes que rompen la escala del conjunto y dan lugar a una geometría quebrada. Cada uno de ellos se organiza en torno a un atrio iluminado cenitalmente que contiene una escalera escultórica de hormigón. Dos niveles subterráneos acogen los espacios de servicios, vestuarios, así como un estacionamiento comunitario para bicicletas. En planta baja, los espacios exteriores se resguardan del fuerte viento invernal y se prevén estancias para la implantación de programas complementarios como tiendas, galerías o restaurantes...[+]