Se trata de un edificio de oficinas frente al enlace entre dos autopistas, la M-40 y la A-6, con un pequeño parque a los pies, vistas sobre la Madrid al Sur y sobre la sierra al Norte. El concepto rector es crear un ambiente de trabajo estimulante sin contar con los vestigios modulares y materiales típicos del edificio de oficinas, y en favor de un paisaje interior que se relacione con las distintas escalas del paisaje exterior: la de las autopistas, cuya traza cinética replica y acompaña; la de las vistas lejanas, hacia las que orienta sus volúmenes; y, finalmente, la del parque público y el jardín propio, con los que interactúa a través de las sombras del arbolado y los reflejos del agua. El edificio consigue imponer su presencia precisamente por confiar en los recursos propios de la disciplina —la geometría, escala y proporción—, reduciendo al límite de los elementos constructivos empleados. La polución acústica y atmosférica del lugar determinan el cerramiento hermético de triple vidrio con renovación nocturna de aire por medios mecánicos, una solución que, por su alto valor de aislamiento térmico, hacen posible los grandes paños vidriados a través de los cuales el interior establece una relación panorámica con el entorno natural y artificial de Madrid.