Inmerso ya en el área metropolitana de Valencia, Quart de Poblet ha conseguido mantener intacto su carácter de pequeña población, así que cuando las autoridades se dispusieron a levantar la casa de la juventud —sobre un solar del centro integrado en la misma manzana que el Ayuntamiento—, los futuros usuarios pudieron participar de forma directa en las reuniones de proyecto para exponer sus demandas. Fruto de este proceso participativo de diseño ha surgido un edificio flexible y dinámico que busca sacar el máximo partido de sus 1.000 metros cuadrados de superficie con espacios versátiles y transformables por el usuario.

Más que un edificio, esta casa de la juventud es un cúmulo de espacios de características diversas suspendidos a distinta altura de la medianera que delimita su parcela. La flexibilidad que el edificio requería llevó a proyectar todo un catálogo de espacios de distinta anchura, altura y longitud que, con condiciones lumínicas y acústicas diferentes, fueran capaces de satisfacer las demandas funcionales de cada momento. De esta manera, el jardín de la tercera planta puede convertirse en sala de reuniones al aire libre, el salón de actos puede alber-gar en un momento dado a un grupo visitante de otra localidad, o la sala de exposiciones podría em-plearse para proyectar un ciclo de cine. Por tanto, más que la predecible sucesión de bandejas hori-ontales, la sección resultante es un conjunto de cajas apiladas unidas por recorridos que ofrecen vistas cruzadas de las salas y todo tipo de sorpresas perceptivas. Un armario recorre la medianera para albergar las canalizaciones de agua, electricidad y climatización, que son independientes en cada habitación para permitir utilizar partes concretas del centro de forma autónoma, sin necesidad de poner en marcha las instalaciones de todo el edificio.

La idea del edificio como un «contenedor de edificios» condicionó su materialización. Para dotar a cada ámbito de una identidad propia, el techo y una de las paredes de cada sala se han revestido de un acabado específico (linóleo, madera, piedra...). Esta diversidad material y morfológica surgida del interior se unifica al exterior mediante un lienzo de granito negro apoyado sobre un breve zócalo de hormigón. En este paño oscuro —que elude la idea de fachada como plano recortado por huecos verticaes, tal y como estaba previsto en la normativa urbanística— se abren algunos ventanales de gran formato encintados de madera que con una composición abstracta identifican el centro como un lugar público y dinámico al servicio de los más jóvenes durante 24 horas al día, los 365 días del año.