Sobre un antiguo conjunto alfarero en Triana, el proyecto desarrolla un centro de exposiciones, otro de interpretación sobre el barrio —de arraigada tradición en artesanía cerámica— y espacios para las actividades de la fábrica Cerámica Santa Ana.

El conjunto original presentaba una imagen heterogénea: dos parcelas conectadas con tres edificios adosados, con fachadas diferentes hacia la calle. El primero, revestido con singulares azulejos, sirve de acceso al conjunto y conforma la esquina que mira a la Plaza del Altozano, desde donde arranca el Puente de Triana; el segundo tiene menor altura, y es más fabril y austero; el tercero era una casa de tres plantas con acceso independiente desde la calle. La antigua fábrica mantuvo su uso hasta finales del siglo XX, por lo que mantiene gran parte de sus elementos originales: siete hornos de cocción, pozos de agua, molinos y depósitos de pigmentos, talleres y almacenes. Durante las excavaciones arqueológicas han aparecido restos de otros ocho hornos, los más antiguos de finales del siglo XVI, dos de los cuales se han integrado en el proyecto.

El nuevo centro busca infiltrarse en la compleja trama urbana; las nuevas construcciones adaptan su altura y su forma a la de los edificios existentes sin alterar el perfil de Triana. No hay fachada: el conjunto se descubre al adentrarse en él. Se accede por la calle San Jorge, y la planta baja —con tienda, nuevo taller cerámico y la antigua fábrica donde se desarrollan los espacios expositivos— se organiza como un recorrido continuo entre los hornos. La primera, a través de un espacio suspendido envuelto en cerámica, alberga la zona expositiva, con una lógica inversa a la de la planta baja: si abajo el proyecto es un laberinto en contacto con el suelo, arriba se separa físicamente del suelo con una estructura independiente, y configura un recorrido rectangular nítido que se apoya en las medianeras. La forma resultante se adapta a la geometría de cada conjunto de hornos —que incluso podrían volver a funcionar—. En el centro de la parcela emerge el antiguo edificio de ladrillo donde trabajaban los pintores, convertido en una sala para exposiciones temporales. Hacia la calle se desarrolla el centro de interpretación.

La envolvente de las fachadas interiores de la planta primera refuerza el concepto de proceso de acumulación que rige el proyecto. Una subestructura de acero galvanizado a modo de gran estantería sirve de apoyo para el apilamiento, aparentemente desordenado, de piezas cerámicas huecas de cuatro tamaños diferentes, formando una celosía que protege de la radiación solar y matiza las vistas sobre el conjunto.