Contradiciendo la tendencia general de una comarca marcada por el éxodo del campo a la ciudad, Villamuriel de Cerrato ha multiplicado por diez su población desde que en los años setenta se instalara en su término municipal una fábrica de automóviles. La expansión urbana paralela al crecimiento demográfico ha terminado por rodear el cementerio original, haciendo necesario un nuevo emplazamiento en la periferia. Lejos del casco urbano y entre terrenos de labranza, el nuevo camposanto se sitúa junto al camino que conduce al páramo tras cruzar el canal de Castilla, con una loma reforestada de pinos como telón de fondo.

La tapia de hormigón que identifica en la lejanía el recinto se repliega para albergar la iglesia, los velatorios y los servicios, distribuidos en torno a un atrio que incorpora mediante una lámina de agua el reflejo del cielo.

Partiendo de los elementos que identifican desde la lejanía los espacios funerarios del sur Europa, la necrópolis anuncia su presencia con una cruz situada junto al camino y con la tapia que ciñe su perímetro registrando los incidentes de la topografía. La ordenación del recinto resultante se confía tan sólo a un anillo de circulaciones cruzado por un camino que trepa por la ladera asumiendo su máxima pendiente. Las tumbas se disponen en torno a este eje, tensado en su extremo inferior por un pórtico abocinado que recibe al cortejo fúnebre y en su lado superior por una cruz que se recorta contra la silueta de la cima. La idea de recinto acotado se subraya regruesando el muro perimetral en las lindes norte y sur para acoger la inevitable sucesión de nichos. Frente a la introspección del conjunto, la esquina nordeste se repliega en un mirador que, asomado al valle, establece la única relación con el horizonte despojado del campo castellano.

Un edificio que agrupa la iglesia, los velatorios y los servicios se recuesta sobre el quiebro más pronunciado de la tapia. Conectado al pórtico abocinado de la entrada, un patio de altura reducida da acceso a las distintas dependencias, formando un deambulatorio rectangular cuyo único flanco abierto encuadra la perspectiva de la cumbre de la colina. Un estanque en su centro recupera para la mirada cabizbaja de los dolientes el reflejo del cielo. De planta trapezoidal, la capilla subraya la presencia del altar mediante un lucernario que capta la luz del sur. Otro ventanal rasga lateralmente la nave y oculta la línea del horizonte, invitando a perder la mirada en el pavimento de un patio secundario. La austeridad gestual de la propuesta se apoya en materiales elegidos por su textura; el acero corten en las carpinterías y el hormigón encofrado con tablilla en la tapia, el claustro y la capilla. Una lámina asfáltica funde en un continuo el perfil quebrado de las cubiertas, apostando por el contraste con el horizonte tendido de la meseta.


Cliente Client
Ayuntamiento de Villamuriel 

Arquitectos Architects
Gabriel Gallegos, Juan Carlos Sanz 

Contratista Contractor
Construcciones Río Mayor

Fotos Photos
Ricardo González