Ocupado al menos desde el periodo sajón, Astley ha sido un enclave resonante con la historia de Inglaterra. Allí se construyó en el siglo XIII una casa fortificada, que fue haciéndose al aire de sus sucesivos ocupantes, entre los cuales hubo tres reinas de Inglaterra, varios duques y un caballero del siglo XVII —sir Edward Chamberlain— que, entusiasmado con el edificio, invertiría su fortuna en ampliarlo. Convertido durante la II Guerra Mundial en un hotel, el castillo tuvo un final trágico. El fuego que lo destruyó en 1978 lo abocó al abandono y al vandalismo, una decadencia de la que lo ha rescatado ahora una empresa hostelera.

En la intervención en el castillo se han evitado los timoratos modos de restauración ‘científica’, optándose por una estrategia de contraste en la que el lenguaje moderno convive con las ruinas, sin que ello suponga renunciar al uso contemporáneo de los materiales con que originalmente estuvo construido el edificio: la madera y el ladrillo. La primera se emplea en las carpinterías; con el segundo se han reconstruido y reforzado algunos muros, y todo el conjunto se ha estabilizado gracias a esta última intervención. Por su parte, la organización espacial recrea la del viejo edificio: las habitaciones se colocan abajo, mientras que el salón se dispone arriba al modo de las torres medievales, pero abriéndose ahora al paisaje a través de sus plásticos huecos recercados de historia.