Las ruinas de piedra de una construcción agrícola, una mesa bajo la frondosa glicinia que ha acogido comidas familiares durante muchos años, una piscina, el terreno en pendiente con pequeños bancales y un castaño que creció al abrigo de la ruina son algunas de las preexistencias que están en el origen de esta casa, situada en un bello paraje natural. El proyecto da cuenta de ellas a través de una serie de espacios intermedios de nueva construcción que entran en diálogo con las ruinas, tres piezas con diferente orientación, carácter y estado de conservación. Los diversos paisajes y momentos quedan articulados mediante estos espacios intermedios, que hacen las veces de tamices de control lumínico, climático y de privacidad. Mientras que las áreas más íntimas se disponen con cierta independencia en los extremos de la casa aprovechando el carácter más introvertido de las ruinas, las zonas comunes se sitúan entre ellas, abriéndose tanto a los patios abiertos delimitados por los viejos muros de granito como al paisaje circundante.