Sobre uno de los muelles pesqueros de mayor actividad del puerto de Cangas, a orillas de la ría de Vigo, se levanta una ligera construcción destinada a albergar algunos almacenes para los pescadores de la localidad gallega. Por su proximidad con la estación marítima, las instalaciones del puerto deportivo y el club náutico, el cantil del atracadero se había convertido en una prolongación del espacio urbano, una zona de intensa actividad social y un escenario privilegiado desde el que contemplar distintos eventos náuticos.

Con el fin de aunar las funciones lúdicas con las portuarias se ha optado por construir un paseo marítimo a lo largo del espigón, sobre el que se disponen de forma fragmentada una serie de edificaciones de carácter permeable. Entre ellas, se han abierto pasos transversales para permitir el acceso al pretil, donde se desarrollan las actividades ligadas al puerto, los paseos o la pesca. La solución ha permitido minimizar el impacto de la edificación sobre el paisaje, evitando crear una pantalla que impidiera disfrutar de las vistas de la ría desde el núcleo urbano. Además, con el fin de reforzar los vínculos con el lugar, se ha empleado un hormigón cuyo árido lo constituyen, principalmente, conchas marinas extraídas de las conserveras de la zona.

El programa se reparte entre treinta y seis casetas concebidas a partir de tres únicos módulos de distinto tamaño que albergan los almacenes —agrupados en series de tres y cuatro unidades—, con un espacio de servicio anexo para trabajar en el exterior sin interrumpir las actividades propias del frente de atraque. Gracias al empleo de un sistema de construcción en seco, las piezas se montaron casi enteramente en taller y las obras se desarrollaron sin alterar el funcionamiento del puerto.

Construidas en acero galvanizado, las casetas evocan un elemento empleado tradicionalmente en la pesca —las jaulas metálicas—, trasladándolas de escala para construir un edificio abierto al frente de la ría que armoniza con el puerto pesquero. Sobre la solera de hormigón existente se levanta una estructura de perfiles tubulares de acero que soporta un cerramiento ligero de chapa. A continuación, se colocan celosías metálicas con tramas de distinta densidad que unifican el conjunto, manteniendo la permeabilidad visual y potenciando la idea de edificio unitario. Gracias a la disposición fragmentada de las unidades y a la porosidad de la envolvente, una construcción que, en principio, aumenta el volumen neto de ocupación del muelle no impide disfrutar de las vistas del paisaje.