Una compleja ubicación, dentro de un laberinto de angostos y sinuosos callejones extendido por una escarpada ladera aterrazada y rodeado de muros de contención, hacía casi imposible el transporte de materiales y maquinaria al solar para la construcción de la casa. Esta circunstancia obligó a repensar el proyecto aplicando métodos sencillos que permitiesen un ensamblaje manual in situ. Así, utilizando tableros de madera microlaminada cortados con láser, en la pequeña parcela al borde de un talud se genera una retícula de pilares cruciformes que componen una estructura ligera, flexible y que, como las construcciones tradicionales, presenta un buen comportamiento ante los frecuentes seísmos en la zona.

Dispuesta a 45 grados sobre la trama ortogonal, una serie de arcos fajones conforma una cubierta abovedada que orienta en diagonal el edificio, favoreciendo una ambigüedad axial que enriquece los aires basilicales del interior y enmarca, desde diferentes ángulos, las vistas sobre los tejados de las construcciones aledañas. La gran altura libre que generan las bóvedas de cañón se aprovecha a su vez para instalar altillos a la cota del arranque que permiten alojar estancias más privadas sin socavar la sensación de un espacio continuo.