Casa Broner, Ibiza
Erwin Broner 

Casa Broner, Ibiza

Erwin Broner 


En el entorno de las islas Baleares, el encuentro de las influencias foráneas con una arquitectura de fuertes raíces autóctonas produjo por lo general unos resultados eclécticos o de simple mimesis. Dentro de este panorama, la obra de Erwin Broner representa un caso aislado por lo que tiene de síntesis coherente de tradición y vanguardia.

Broner estudió en Stuttgart, donde pudo presenciar la construcción de la legendaria Weissenhof Siedlung, planificada por Mies van der Rohe en 1927. Obligado a abandonar Alemania por su condición de judío, inició una existencia nómada intermitente, pero siempre gravitando en tomo al Mediterráneo como ideal de forma de vida. Durante los años treinta estudió la vivienda popular ibicenca y construyó los baños de Talamanca antes de emigrar a California, donde su contacto con Hollywood influyó en su habilidad para ‘poner en escena’ los recursos arquitectónicos. En 1959 —año en el que fundó el movimiento pictórico Gmpo Ibiza 59—, Broner se estableció definitivamente en la isla, donde llegó a construir treinta casas, generalmente para artistas y marchantes; estas viviendas recogen y adaptan a un vocabulario compositivo corbuseriano el ‘tipo’ ibicenco tradicional, en el que una amplia estancia central organiza en tomo suyo el resto de las dependencias.

Enclavada en el barrio de Sa Penya, al abrigo del baluarte de Santa Lucía, la vivienda-estudio se yergue sobre los restos de una antigua edificación, al borde de un macizo rocoso sobre el mar. Descendiendo por la travesía Penya, sorprende su sencilla apariencia exterior: un ortoedro blanco coronado por las paredes curvas del solárium con su terminación en color verde y almagre. Por la planta de vivienda se accede a un zaguán de transición cubierto por una pérgola de troncos de pino de donde parte una escalera ceñida a la medianera que sube a la terraza. Unos elementos de obra que no llegan al techo demarcan los distintos ámbitos, mientras que desde un ventanal corrido se contempla la bahía.

Su experiencia escenográfica se manifiesta en una percepción cinética y secuencial de la arquitectura que acentúa las diagonales mediante una focalización en las esquinas de la luz cenital y de piezas significativas como la chimenea o la escalera. La mirada del pintor se refleja en el uso del color y del claroscuro. Desde la escalera interior, o cruzando una rampa exterior, se baja al estudio, adaptado a la topografía con una serie de escalonamientos que ayudan a definir las distintas zonas de trabajo...[+]