El edificio redefine el uso de las bibliotecas universitarias haciendo compatibles los requisitos actuales con las nuevas necesidades que la tecnología y el aprendizaje imponen a la enseñanza. Los amplios espacios conectan todas las plantas de la biblioteca, con escaleras abiertas que vinculan zonas interactivas y sociales con otras más aisladas para el estudio. La variedad de espacios de aprendizaje y los laboratorios experimentales trascienden el ubicuo modelo de los learning commons, y en el edificio las salas de mobiliario colorista y dinámico conviven con espacios más tradicionales. Así, el edificio marcadamente contemporáneo contrasta con el carácter centenario del campus de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y presume de innovaciones técnicas y programáticas, como el sistema robótico automatizado de localización de libros —capaz de contener dos millones de volúmenes en la décima parte de una estantería convencional—. Al reducir la superficie de almacenamiento se dedican más metros cuadrados a las zonas de aprendizaje. El edificio en sí también está dotado de las más avanzadas soluciones constructivas, como la fachada de vidrio poroso y lamas de aluminio que protegen del sol sin impedir las vistas o las vigas frías activas y los paneles radiantes que aclimatan el interior.