En su obsesión por habitar un jardín, la clienta encontró uno en el centro de la capital de España con la intención de construir allí su primera residencia. El jardín se encontraba oculto a la calle tras un bloque de viviendas, y contaba al fondo de la parcela con un escueto volumen, en estado de ruina, que en el pasado alojó unos antiguos lavaderos comunitarios. Además, la propiedad también comprendía parte de la planta baja del edificio. Debido a la extensión del programa de necesidades, que no fue posible encajar en la porción ubicada en la planta baja del edificio, resultó necesario ocupar también el volumen de los lavaderos. Esta circunstancia determinó el concepto inicial del proyecto: se planteó una vivienda dividida en dos partes, siendo necesario cruzar el jardín para ir de una a la otra. Una piscina alargada atraviesa el este espacio de transición —que se erige en el centro simbólico y funcional de la intervención— y acompaña el recorrido que une ambos extremos del conjunto, haciendo que de alguna manera estén conectadas a través del agua. El resultado es una casa cambiante, que puede habitarse de muchas maneras, y que se adapta al ánimo de la propietaria, al paso de las estaciones durante el año, o a la cantidad de personas que compartan el espacio...[+]