De la mano al ojo, del ojo a la mano y por ambos a la arquitectura. Tal es el recorrido que propone Duccio Malagamba en un libro tan personal como celebratorio que se extiende, además de por manos y ojos, a lo largo de dos tiempos: el antes y el después del edificio construido.
Los dos tiempos son los propios de cada uno de los dos protagonistas del volumen, y asimismo los dos momentos distintos pero complementarios que competen a las dos disciplinas que los autores ponen a conversar: el proyecto y la fotografía. Si el ‘antes’ pertenece al Siza que concibe sus edificios, el ‘después’ concierne al Malagamba cuya cámara se deja llevar por la precisión de siempre a la vez que por la admiración con que, en 1984, un joven estudiante de arquitectura italiano buscaba el restaurante Boa Nova y, por decirlo con un tópico, experimentaba una iluminación al encontrarse con las piscinas de Leça da Palmeira.
Los dos tempi que pautan este exquisito libro sostienen asimismo una metáfora: la del ojo y la mano como dos modos complementarios de abordar la arquitectura, y que aquí, y en virtud del cuidadoso formato, dialogan página a página, se compenetran con tino, como si fueran las dos caras de un proyecto compartido: la mano del artífice incomparable Siza, proyectada a través de líneas asombrosamente seguras en cuyos arabescos poéticos es posible adivinar tanta riqueza intuitiva como referencias culturales; y el ojo de cíclope de Malagamba, uno de los más certeros y líricos de la arquitectura española, que, década a década, ha seguido el trabajo de Siza y ahora quiere presentarlo como un todo en este libro cuyo propósito es someter la obra del portugués y la obra propia del italiano a una especie de prueba del tiempo.
Prueba del tiempo en, al menos, cuatro sentidos. El tiempo como registro del pasado, que sirve para salvar de la quema imágenes que no volveremos a recuperar, como las del Centro Gallego de Arte Contemporáneo en Santiago de Compostela con su piel de granito toda limpia, sin mácula o pátina; o la del zócalo de la iglesia de Canaveses, libre aún de las dentelladas de la entropía. El tiempo como atmósfera, como momento irrecuperable que —como supieran ya los pioneros y después han advertido con tanta poesía críticos como Roland Barthes— sabe cristalizar en la fotografía para conformar su corazón de significado, tal y como se muestra, especialmente, en esas escenas en que Malagamba retrata los edificios de Siza a través de personas concretas que pasan por allí y dejan, para siempre, su estela.
También el tiempo como fluido atmosférico que convierte cada momento —el ambiente modulado por el celaje de las nubes o las condiciones estacionales— en una suerte de pintura au plein air, como si los espacios de Siza —el atrio tropical de la Fundación Iberê Camargo, la bruma holandesa de la casa VMD, el patio mediterráneo de la casa en Granada— fueran una suerte de variante tridimensional de la pintura de paisaje. Y, finalmente, el tiempo cronológico, que es el que desde el principio nutre este proyecto, por cuanto compendia treinta años de trabajo y admiración, cubriendo veinte obras maestras en un recorrido que, no por casualidad, termina donde empieza: en las piscinas de Leça da Palmeira y la fascinación que un verano de principios de los ochenta empezó a sentir el joven Malagamba. Una admiración que, como demuestra este libro, ha seguido sintiendo a lo largo de su larga y prolífica carrera como artista de la imagen.