Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta son tres chicos de Olot criados en el campo que, tras estudiar arquitectura, peregrinaron hasta la obra de los maestros modernos en Norteamérica y Japón. Aquel periplo no fue un viaje de iniciación. Fue un ejercicio de confirmación. Ante la arraigada horizontalidad de las casas que Wright levantó en la pradera, frente a la levedad de las cajas mágicas de Mies o junto a los templos de Ando, estos tres muchachos de pueblo sintieron a la vez reverencia y una pudorosa vinculación. Comprobaron que, fuera por su infancia cerca del paisaje natural, por intuición o por casualidad, la arquitectura que ya llevaban años haciendo, que se servía de formas abstractas y resultaba en edificios monumentales de un extraño clasicismo, dialogaba con los trabajos de aquellos maestros. Confirmaron que era paradójicamente la abstracción lo que más limpiamente arraigaba la arquitectura en un lugar. Y decidieron que podían tener raíces y aspirar a la universalidad artística. En palabras de William Curtis: «Entre lo rural y lo tecnológico, entre lo natural y lo artificial, confían en la abstracción para destilar sus composiciones. Así, los cortes diagonales, los valles artificiales y las empalizadas de acero oxidado están a medio camino entre la naturaleza salvaje, la tradición vernácula rural de cercas y bancales y la sofisticación espacial y conceptual del land art.»
Aquel viaje a principios de los noventa marcó un antes y un después en sus prioridades como arquitectos y en el volumen y tamaño de sus encargos. Hoy RCR es un estudio de vocación universal y domicilio rural. Curtis, en su prólogo a este volumen, explica por qué: «es la abstracción la que da vida a los materiales en sus edificios concebidos como líneas horizontales que flotan por encima del paisaje.» Y analiza cada uno de los proyectos del estudio. Desde la casa Margarida, de 1988, hasta el restaurante Les Cols, de 2003. Y los valora. Los propios arquitectos desvelan además las claves de esos proyectos. Y, finalmente, una nutrida información sobre el proceso de construcción de cada uno de ellos cierra este libro analítico y minucioso que ofrece la mejor y más completa manera de estudiar, y contemplar, la obra universal de aquellos tres chicos de Olot.
