Treinta y dos elementos

Arquitectura, del sistema al fragmento

Luis Fernández-Galiano 
31/12/2014


«En ciertos cuadros de Hans Memling, como en otros de Juan de Flandes, puede verse la imagen singular y potente del guerrero —fuese San Jorge o ángel exterminador— que alancea a sus enemigos, mientras en su bruñida coraza se refleja fugazmente el perfil de una ciudad lejana. De la historia no obtendremos consuelo diferente que esa comunidad serena e inalcanzable captada por un momento en el peto inmisericorde del vencedor.» Fernando Savater

La arquitectura ante la historia

Cualquier consideración crítica o pedagógica sobre la arquitectura debe comenzar por esclarecer su posición ante la historia. Para muchos, el término historia se asocia exclusivamente con los acontecimientos pretéritos; sin embargo, interpretamos el pasado de acuerdo con los intereses del presente y las expectativas del futuro: resulta trivial recordar que las historias arrojan más luz sobre sus redactores que sobre aquellos sucesos, obras o personas a los que se refieren. Al propio tiempo, tanto el porvenir como el presente exhiben las huellas indelebles del pasado, en cuyo crisol se han gestado las formas de hoy y las sombras imaginadas del mañana. La historia se mueve en ambas direcciones del tiempo, y es este vaivén equívoco el que hace de ella un palimpsesto que cada generación borra y en parte reescribe. En esta labor de Sísifo, permanentemente inacabada, y acaso gratuita, el sentido del devenir se desdibuja; cada acontecimiento transforma los anteriores, y los nietos gestan a sus abuelos. Ya T.S. Eliot nos advirtió que cada nuevo escritor cambia la historia de la Literatura: parodiando a Borges, también nosotros podríamos entender a Rossi como precursor de Loos, a Portoghesi como antecedente de Guarini o a Michael Graves como un significativo predecesor de Giulio Romano...


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