
«Pequeña caipira vestida por Poiret». Las palabras de quien fuese su segundo marido, el poeta modernista Oswald de Andrade, resumen las contradicciones en torno a Tarsila do Amaral: una mujer de mundo, nacida en el seno de una familia patricia y con una exquisita educación francesa, pero a la vez una de las artistas que plantaron la imagen del Brasil exótico que arraigaría en el imaginario colectivo. Alternando formativas estancias en París durante los años veinte, con Andrade y otros artistas formó el Grupo dos Cinco, afanado en encontrar nuevos medios de expresión que se reconciliasen con la cultura indígena y afrodescendiente del país; y así, poco a poco, las lecciones del cubismo y el primitivismo se fueron contagiando en su pintura de una colorida paleta y formas inspiradas en los paisajes de São Paulo, Río y Minas Gerais. Ilustró el Movimiento Antropófago, un sincretismo que ‘deglutía’ el legado colonial para crear algo exuberantemente brasileño, si bien en adelante adoptó un tono más militante en respuesta a las agitadas transformaciones de la Era Vargas: un viraje plástico que desgrana una completa retrospectiva en el Museo Guggenheim hasta el 1 de junio.