Opinión 

Sostenibilidad y sensualidad

Una lección de energía y confort

Ignacio Paricio 
31/10/2014


No tengo ninguna duda de que dos vectores sustanciales de la evolución de la arquitectura en el siglo XXI son la sensualidad y la sostenibilidad. La sostenibilidad es ineludible por razones obvias, pero la arquitectura también está en deuda con el confort. La sensualidad, el placer de los sentidos, ha sido olvidada tras el despectivo trato que recibió por parte del Movimiento Moderno, obsesionado por el minimalismo geométrico. Eileen Green lo señaló bien: «Como si una casa tuviera que concebirse para el placer del ojo más que para el bienestar de los habitantes.»

La respuesta a esas exigencias pueden darla los filtros. Si se consulta la web ‘filt3rs’ podrá comprobarse que todas las fachadas allí analizadas están protegidas por elementos que permiten controlar el confort y los flujos de energía. ¿Significa eso que la fachada de la sostenibilidad y el confort será de persianas, toldos y contraventanas? En principio, esos elementos sugieren un aspecto pintoresco que produce rechazo desde una visión minimalista, y muchos arquitectos y clientes seguirán exigiendo la tersa piel vidriada de los edificios terciarios.

Hablemos ahora de sostenibilidad, en particular de la protección solar. ¿Hay alguna solución que permita conservar la imagen vidriada, resolviendo los problemas del exceso de aporte solar? Recurramos a la física: si el material de la protección interior es reflectante —blanco o plateado—, la radiación reflejada volverá a atravesar el vidrio y se perderá en el exterior. Esta es la razón del color blanco de las cortinas, albendas y visillos tradicionales. Esa reflexión de gran parte de la energía es valiosa pero insuficiente si dentro se sigue produciendo calor, como ocurre en los edificios de oficinas. Pero si colocamos esos elementos reflectantes en una cámara de aire y extraemos por el aire de su interior, podremos resolver el problema. Desgraciadamente, el volumen de aire a mover es excesivo y no se compensaría el esfuerzo. Sin embargo, con el aire que es obligado extraer para cumplir con la normativa de ventilación sí que es posible formar una lámina que mantenga el vidrio interior a la temperatura del espacio interior.

La física, una vez mas, puede venir en nuestra ayuda. En la dinámica de fluidos, hay un efecto poco conocido que podría expresarse así: una lámina de un fluido en movimiento cuyo chorro pasa cerca de una superficie tiende a adherirse a esa superficie y permanecer incólume de manera que el aire interior recorrerá la cámara lamiendo el vidrio interior y sin mezclarse con el resto del aire, muy caliente, de dicha cámara. Es posible, pues, un drenaje selectivo de la cámara de aire.

No se trata de dar cuenta aquí toda la complejidad de estos fenómenos, pero sí quiero llamar la atención sobre lo escasas que se nos están quedando nuestras intuiciones físicas. Acostumbrados a movernos con la imaginería de la mecánica, nos sentimos torpes cuando pasamos a la dinámica de fluidos y no digamos ya a la química.

Volvamos hacia la sensualidad, y pensemos en los ascéticos, áridos y desprotegidos espacios de nuestra arquitectura residencial. Acerquémonos al tratamiento de la luz, al carácter de las ventanas. La bellísima composición de la carpintería de la Maison La Roche esconde un desprecio por el confort que queda evidenciado en ese diván de Le Corbusier en el que parece imposible que se tumbe nadie. James Turrell explica el porqué: «No estamos hechos para tanta luz, sino para el crepúsculo. Nuestra pupila sólo se dilata cuando se alcanzan unas intensidades muy bajas de luz. Cuando por fin se dilata, empezamos a sentir la luz realmente, casi como si la tocáramos.»

Quiero animar a mis compañeros a conseguir unos edificios sostenibles y unos interiores sensuales. Unos interiores dibujados con la penumbra exacta, barridos por suaves corrientes de aire y amortiguados acústicamente. Unos interiores donde se pueda abrir hueco a la intimidad.


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