En el espacio diáfano y preciso de Ivorypress un rectángulo de piedras de granito invita al espectador a rodear la estructura construida sobre el suelo, gesto inesperado de una naturaleza sólo en apariencia caprichosa que, igual que ocurre con los jardines de tradición inglesa del XVIII, subraya el orden descuidado, inesperado y nuevo. Apenas unos pasos más allá, la espiral de piedras de río invita al tacto y al camino, a revivir ese agua ausente que alisaba los cantos y que emerge poética en la sucesión de la serie de 41 dibujos del Río Avon, pintados con el barro del propio río. Ver al británico Richard Long, alto y enjuto, recorriendo con sus botas de montañero impenitente este espacio, más íntimo que el de un museo, es una sensación intensa, casi como acercarse a la naturaleza inusitadamente, pasearla. Formar parte de sus reglas y vericuetos (...)
