Zaha Hadid
La antigua ciudad de San Petersburgo, rebautizada por los bolcheviques en 1924 como Leningrado y conocida así hasta 1991, se antoja como el lugar idóneo para la entrega del último Pritzker a la arquitecta iraquí, cuya obra tanto le debe a la vanguardia socialista posrrevolucionaria y al constructivismo ruso de los años 20. Nacida en Bagdad en 1950 y residente en Londres desde los años 70, Zaha tiene el privilegio de ser la primera mujer en recibir el cuantioso premio con el que la Fundación Hyatt reconoce a los mejores arquitectos del mundo. Su carrera, inseparablemente asociada a la capacidad plástica de sus dibujos, se inició en 1977 de la mano de la Office for Metropolitan Architecture de Rem Koolhaas, pero su consagración definitiva se produjo con la Estación de bomberos de Vitra en Weil am Rhein en 1993, cinco años antes de que Philip Johnson y Mark Wigley la incluyeran definitivamente como estrella deconstructivista en su exposición para el MoMA de Nueva York de 1998. Superadas ya las incomodidades y la precariedad de los difíciles comienzos y animada por el aluvión de nuevos encargos que se amontonan en su estudio londinense, Zaha vive su mejor momento.