Renzo Piano ha resumido su actitud y su método en el nombre de la oficina. ‘Taller de construcción’ remite tanto a la condición física de la arquitectura como a su fabricación artesanal: forma contemporánea de la bottega tradicional, el building workshop orquesta el trabajo coral de maestros, oficiales y aprendices en el diseño, ‘pieza a pieza’, de unas construcciones materiales que deben albergar el flujo inmaterial de la vida de las gentes, amén de insertarse sin esfuerzo en el tejido urbano o el paisaje natural. Al doblar el cabo de los 80 años, el acervo de experiencias del arquitecto —entendidas también como piezas independientes que se enhebran en su biografía como cuentas de un rosario— es tan copioso que sólo puede iluminarse brevemente con algunos destellos taquigráficos, para presentar los cuales elijo el artificio de la relación alfabética.

La poesía puede y debe ser popular: el empeño lírico de Renzo Piano está al servicio cabal de las personas, porque no cabe separar su estética de su ética. La imaginación conduce a la invención: es posible soñar con los ojos abiertos, pero el carrusel de imágenes sólo se justifica por la innovación de que hacen gala sus edificios. La arquitectura es al cabo un arte: oficio, construcción y artesanía, pero también artefacto configurado con pautas visuales que no saben evitar la belleza. La narración exige naturalidad: cada obra es un relato de extraordinario recorrido, ocasionalmente insólito, y sin embargo siempre narrado con la naturalidad de lo evidente. El orden es producto de la obstinación: por más que las pautas geométricas y la racionalidad constructiva establezcan mecanismos de orden, este es al final resultado de la tenacidad iterativa del proyecto.

Poesía popular, imaginación inventiva, arquitectura artística, narración natural y orden obstinado: cinco rasgos del creador Piano, al que quizá necesitamos para ‘poéticamente imaginar arquitecturas narrativamente ordenadas’, un modesto acróstico inspirado por el muy notorio de su compatriota Verdi, con cuya obra tiene tantos puntos de contacto la que ha sabido interpretar a compositores de su tiempo como Pierre Boulez o Luigi Nono. Lírica y musical, la arquitectura de Renzo Piano es también incansablemente inventiva, capaz de ofrecer narraciones sugestivas y escrupulosamente ordenada y exacta en sus detalles constructivos y en la orquestación de los usos, porque se apoya a la vez en la observación minuciosa del comportamiento humano y en la voluntad de servicio para mejorar las vidas individuales en el ámbito común de la vida colectiva.

Piano el artesano, la interpretación más común, expresada elegantemente en el lema ‘piece by piece’ que ha dado nombre a una de sus exposiciones, y resumida en la imagen fascinante del muro del taller de maquetas que hemos utilizado en alguna portada: la arquitectura como fabricación y ensamble, y la pieza como invención y emblema del conjunto, desde las gerberettes del Pompidou o las ‘hojas’ de la Menil Collection hasta los discos nacarados del Centro Botín; una concepción que traduce el trabajo artesano del taller en diseño industrial, hibridando tradición y técnica en objetos donde forma y función se confunden para alumbrar hallazgos estéticos.

Piano el navegante, la referencia inevitable para un genovés amante de la vela, porque en las superficies carenadas, los esbeltos mástiles y los cables tensos de los veleros se encuentra la mejor inspiración para las arquitecturas que aspiran a la ligereza, y porque en la historia marítima de la Génova colombina se halla la pulsión exploradora que ha llevado al arquitecto a construir en cinco continentes, hasta el punto de que el premio al mejor estudiante italiano es la vuelta al mundo en 40 días para descubrir las obras de un hijo del Mediterráneo que ha surcado todos los océanos, llevando a los lugares más remotos la luz y el espíritu del mar de su infancia.

Piano el seductor, porque no hay crítico ni cliente que no sucumba al encanto de un creador genuinamente humilde, siempre relajado desde la altura bronceada de quien ama el aire libre, siempre atento a las ideas o experiencias de otros, y siempre empeñado en satisfacer las necesidades y demandas de los que han de habitar sus edificios: una actitud de servicio desde el diseño coral que no excluye la intención artística, porque el proyecto en la bottega es un diálogo permanente entre los distintos técnicos y expertos que intervienen para dar forma a las exigencias del lugar y del programa, pero siempre guiado por la búsqueda de una inasible belleza.

Piano el ciudadano, porque la voluntad de construir ámbitos de encuentro cívico tiene su soporte en la fibra ética de quien juzga que el interés individual debe subordinarse a la conveniencia colectiva, que el edificio sólo se justifica como una pieza armónica de la ciudad existente, y que la dimensión artística de la arquitectura sólo florece cuando entra en resonancia con el tejido plural de la sociedad donde surge y a la que quiere servir: una dimensión política y civil que le ha llevado a destinar sus ingresos de senador vitalicio al estudio por arquitectos jóvenes de las periferias urbanas, y que hace de sus obras manifiestos materiales en defensa de la humanidad común.[+]


Etiquetas incluidas: