Es difícil hablar de Frank Gehry sin mencionar inmediatamente su ciudad, Los Ángeles. En el trasfondo de la arquitectura de Gehry está su respuesta a la gran urbe californiana, el deseo de sobrevivir en aquel asombroso maremágnum: un arquitecto no puede permanecer indiferente ante una ciudad que cuestiona buena parte de los principios disciplinares. Gehry quedó pronto prendido por la singularidad de Los Ángeles y la hizo su ciudad.
Los Ángeles es, ante todo, la expresión de la movilidad, convertida en categoría que exalta los derechos y libertades del individuo. El automóvil propicia tal movilidad y se nos presenta como el último reducto físico del individuo, asumiendo un tanto la condición de escudo protector que le permite el ejercicio de sus derechos y libertades. La ciudad refleja esta presencia preponderante del automóvil y como resultado se nos ofrece una imagen de la misma en la que las obras de fábrica viarias prevalecen visualmente, dominando una topografía que se oculta bajo el infinito manto de viviendas unifamiliares que proclaman la diversidad de quienes las ocupan...[+]