Paisaje, tiempo, verbos

Ryue Nishizawa 
31/03/2015


Paisaje

El Partenón es un edificio fascinante. Hay muchas razones para que lo sea, pero la principal es que es un santuario dedicado a un dios: la gente no podía entrar en su interior. Se trata de algo muy interesante, si reflexionamos sobre ello.

La sorpresa que sentí frente al Partenón fue también la de encontrarme con un edificio concebido como un paisaje. El Partenón brilla con una luz etérea, y su concepto arquitectónico se comunica de manera general, no sólo a las personas implicadas en los trabajos de restauración, sino a todo el mundo que se encuentra en su entorno. La presencia que proyecta el Partenón es, en este sentido, muy diferente de la que emana de un edificio contemporáneo.

La arquitectura reciente, que conocemos bien, tiene fachada. Al ver la fachada, la gente la atraviesa y, una vez allí, dentro del edificio, comienzan a entender la idea arquitectónica. Sin entrar en el edificio, este no se explica bien, y sin fachada es imposible, por otra parte, percibir su carácter social. El hecho de que el interior del edificio difiera en su concepción del exterior resulta inevitable. El exterior pertenece a la ciudad; el interior, al ámbito doméstico, a lo privado. En el Partenón no encontramos tal separación: la gente se sienta en las rocas de la Acrópolis y pasa el tiempo en las cercanías del edificio y, a través de esta experiencia, llega a comprender la idea arquitectónica. Es un edificio único cuyo concepto se puede experimentar entremos o no en su interior. Me quedé asombrado al descubrir tal carácter...[+]


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