Desde su nacimiento, la industria del hormigón ha estado acompañada por la de los agentes químicos susceptibles de mejorar las propiedades del material. Si al principio se buscó reducir el tiempo de fraguado, pronto la investigación se orientó al desarrollo de sustancias impermeabilizantes y, más tarde, al de plastificantes para incrementar la homogeneidad del compuesto. El proceso no se ha detenido hoy en día. A la invención y comercialización de cementos con gran resistencia mecánica —aplicados con profusión en la edificación en altura— ha seguido la de productos que mejoran el comportamiento del hormigón frente a las solicitaciones de tracción o retracción, que provocan las inevitables fisuras. Desarrollados a partir de la década de 1960, tales aditivos consisten fundamentalmente en fibras de diversa índole —de polipropileno, metálicas o micropolvos de sílice— que se añaden al cemento durante la fase de producción con el propósito de reducir la fisuración del compuesto y mejorar asimismo su resistencia mecánica. Baste un ejemplo: la simple adición de 0,9 kilogramos de fibras de polipropileno por metro cúbico de hormigón equivale a 180.000 metros de armadura de refuerzo.
Pero las innovaciones no acaban aquí. Al desarrollo de hormigones descontaminantes, ecológicos, biológicos o translúcidos (véase Arquitectura Viva 136, 148, 152 y 154) ha seguido recientemente la aparición de dos nuevas familias: los hormigones autorreparables y flexibles (véase Arquitectura Viva 152), y los hormigones configurados en gradiente. Si los primeros presentan unas propiedades semejantes a las del acero (pueden deformarse hasta un 5 % de su tamaño inicial), los segundos surgen de distribuir espacialmente y a voluntad diferentes materiales o bien grados de porosidad en una matriz de hormigón, mediante transiciones suaves. Surgida de la tecnología aeronáutica, la idea permitirá en el futuro ahorrar material y especializar localmente su respuesta, modificando asimismo su transmitancia y aumentando su densidad. Por ello, es previsible que se acaben utilizando en cerramientos arquitectónicos compuestos por un único material susceptible de responder a todos los requerimientos, y acaso construidos con impresoras 3D.