Noticias de Córdoba
Koolhaas construirá en Córdoba su primera obra española, tras imponerse a Cruz y Ortiz, Hadid, Ito y Moneo en el concurso del Centro de Congresos.
Veni, vid, vici. El sucinto informe de César al Senado describe también la última visita a Es paña de Rem Koolhaas: el acelerado arquitecto de Rotterdam se detuvo en Córdoba sólo el tiempo necesario para persuadir a un jurado de las ventajas de su proyecto para la ciudad, reanudando de inmediato su periplo en un jet alquilado, sin llegar a usar la piscina de 25 metros que reclamó anticipadamente para sus ejercicios acuáticos. Impaciente y desabrido como algunas estrellas del cine o de la música, Koolhaas es también uno de los talentos más abrasivos de la arquitectura contemporánea, un estratega de la forma urbana que oculta su pupila refinada tras el rotundo razonamiento gráfico de la economía y el programa. Fueron estas ásperas virtudes modernas, antes que la elegancia del trazo o la sutileza del volumen, las que le valieron el triunfo en el disputado concurso del Centro de Congresos de Córdoba, donde se midió con el lacónico pragmatismo de Cruz y Ortiz, el expresionismo agitado de Zaha Hadid, el lirismo atmosférico de Toyo Ito y la imaginación formal de Rafael Moneo.
Sobre unos terrenos en la margen izquierda del Guadalquivir, frente a la ciudad histórica y la mezquita, el ayuntamiento de Córdoba propuso a los cinco equipos de arquitectos el proyecto de un conjunto formado por salas de congresos, hotel y centro de visitantes, con el doble propósito de mejorar su capacidad de acogida turística y de dinamizar una zona antiguamente inundable que hoy se halla infrautilizada pese a su proximidad al núcleo monumental. El emplazamiento elegido era una parcela rectangular de 22.000 m2, apoyada en el muro de defensa del río entre el nuevo puente del Arenal y el parque en construcción de Miraflores, tan exten-sa como la propia mezquita, pero desafortunadamente privada de las mejores vistas sobre el centro histórico.A esta circunstancia se enfrentó Koolhaas con la decisión brillante y arriesgada de proponer su edificio fuera del emplazamiento original, utilizando una estrecha banda de 360 metros de longitud que se extiende entre los dos extremos de la curva del río, salvando el parque sobre pilotis, y que permite asignar el solar inicial a otros usos, con el previsible alivio financiero de la operación.
Koolhaas venció en el concurso contraviniendo las bases: emplazó su edificio fuera del solar previsto y lo propuso como un bloque lineal sobre pilotis, con los distintos elementos del programa acomodados en orden sucesivo.
Este desconcertante movimiento se ejecuta con un interminable bloque lineal donde se suceden los elementos del programa, desde el centro de visitantes y las cuñas en voladizo de la sala de conferencias y el auditorio hasta las salas de exposición, la zona comercial y el hotel que ocupa el extremo más próximo a la mezquita, rematado por cierto con la inevitable piscina suspendida; ésa y otras marcas de la casa —de la descomposición de los usos en bandas funcionales yuxtapuestas al empleo de la sección libre que altera la horizontalidad de los forjados para acomodarse a las diferentes necesidades de cada segmento— componen un objeto de impecable presencia que sirve como condensador social para visitantes y cordobeses, canalizando los flujos de personas a través de un paseo elevado que se ex-tiende hasta la cubierta, donde los usos recreativos se complementan con espectaculares vistas sobre la ciudad histórica y el río. Corbuseriana en la forma y surreal en el fondo, urbanística en la estrategia y escultórica en la táctica, esta promenade heteróclita y gradual es una de las propuestas más inteligentes de Koolhaas, y su argumentación icónica—con pictogramas y gráficos para visualizar la información cuantitativa, en esa tradición de Otto Neurath que llega hasta Edward Tufte y Richard Saul Wurman— una de las más persuasivas de la carrera del escritor y arquitecto holandés.
El audaz planteamiento de Koolhaas, que ponía en cuestión los supuestos de concurso, dejaba también descolocados al resto de los concursantes, que se habían disciplinadamente ceñido a los límites de la parcela pese a las objeciones de algunos de ellos. Ése fue el caso de los sevillanosAntonio Cruz y Antonio Ortiz, cuya propuesta —consciente de la con-siderable distancia entre el complejo y la mezquita— aproximaba los aparcamientos de turistas al nuevo puente de Miraflores, e incluso incorporaba en éste el centro de visitantes para hacer los desplazamientos peatonales más breves y amenos; pero el edificio principal se situaba en el lugar previsto, alojando eficazmente las salas de congresos y el hotel bajo una cubierta de perfil bajo que buscaba resolver el programa sin imponerse visualmente a la ciudad. La iraquí residente en Londres Zaha Hadid, por su parte, prefirió expresar el dinamismo de los usos a través de una pieza con penetraciones diagonales, rematada por una cubierta única que se pliega en el centro hasta tocar el suelo, con tantas incógnitas funcionales como encanto papirofléxico. Muy diferente era el proyecto del japonés Toyo Ito, una vasta sala hipóstila que da la réplica a la mezquita con su laberinto de penumbra, donde el acero, el vidrio y el agua construyen con reflejos un espacio silencioso interrumpido por los volúmenes ondulantes de las salas, el centro de visitantes y un hotel que perfora la cubierta plana para levantar sobre ella una singular torre de habitaciones.
Cruz y Ortiz acomodaron los usos bajo un plano continuo, desplazando el centro de visitantes al puente de Miraflores; y la opción de Zaha Hadid fue perforar diagonalmente el volumen, unificándolo con una cubierta plegada.
Rafael Moneo, por último, proponía también la ocupación completa de la parcela, disponiendo el hotel en forma de tapiz perforado por patios (al que se añadía un bloque en L), mientras la zona de congresos se ubicaba bajo un admirable hallazgo plástico, una «constelación de cúpulas segmentadas», semejantes a pompas de jabón en su agrupación azarosa, y a cuya silueta se encomendaba la imagen del conjunto. El racimo de cúpulas, revestidas con azulejo vidriado y que en el interior se convierten en poliedros irregulares, se sostienen con una estructura metálica dispuesta entre ambas superficies, por lo que su forma no tiene significado portante: entre hervor y embrión, estas burbujas tensas son más bien células de una mórula urbana que crece y se multiplica, derramándose sobre el tejido circundante con una ebullición formal que evoca el latido vigoroso de la vida en su contraste con la cashba geométrica extendida a sus pies.
Desde la ribera opuesta, la Mezquita inspiró las señas de identidad de los proyectos de Toyo Ito y Rafael Moneo: el primero, una sala hipóstila con minarete vítreo, y el otro, un tapiz de patios y una constelación de cúpulas.
«¿A quién pediremos noticias de Córdoba?» Hace un cuarto de siglo, el poeta Pablo García Baena deploraba su deterioro urbano y patrimonial «mientras le disfrazaban percalinas / para un siniestro carnaval turístico», y glosaba a Góngora para describir Córdoba como la «flor pisoteada de España». En el umbral del siglo XXI, la Córdoba callada de Machado alza la voz para hacerse dueña de su destino y de su río, albacea celosa de su pasado clásico y omeya, pero no menos dispuesta a insertarlo en un proyecto de futuro. Si no le tiembla el pulso, los mejores días de Córdoba están por venir.