Opinión 

‘Made in America’

Iconos de la modernidad corporativa

Ana María Torres 
28/02/2001


Después de la II Guerra Mundial, los arquitectos del Movimiento Moderno barrieron América usando el Estilo Internacional, sustituyendo lo que consideraban construcciones anticuadas por otras nuevas, funcionales y carentes de ornamento. Medio siglo después, la batalla para preservar estos edificios ha comenzado: el objetivo es conseguir protección legal para esos iconos de la época, que actualmente son el blanco de decisiones empresariales que se han vuelto en su contra.

En los años cincuenta, que fue un momento de intensa efervescencia e innovación, ni los arquitectos ni sus clientes fueron conscientes del papel que tendrían en el desarrollo, a través de la arquitectura, de la imagen empresarial norteamericana. Hoy día, algunas de sus creaciones más significativas se han convertido en una especie en peligro de extinción por dos razones fundamentales: por un lado las empresas ya no están interesadas en construir iconos y la arquitectura ha perdido su protagonismo como imagen de marca de las grandes compañías; y por otro, los edificios con más de cincuenta años han envejecido mal a causa de los sistemas constructivos empleados.

La Lever House en Nueva York es uno de estos edificios amenazados. No fue reconocido como patrimonio de la ciudad hasta 1982, después de dos años de lucha por parte de los defensores del Estilo Internacional, en un proceso que fue iniciado por Jacqueline Kennedy Onassis. Diseñado en 1952 por Gordon Bunshaft, uno de los socios de Skidmore, Owings y Merrill, la Lever House no sólo es un extraordinario ejemplo de la tendencia estética de estos años y de las nuevas tecnologías, sino también el resultado de la colaboración excepcional entre un cliente y un arquitecto que compartían los mismos objetivos. Bunshaft demostró, con éxito, que los muros cortina podían tener un valor estético en los edificios de oficinas, convirtiendo el producto en el modelo adoptado por las empresas como parte de su imagen de mercado.

Combinando la arquitectura de Mies y Le Corbusier, Bunshaft creó su propia versión del Estilo Internacional y actualmente se reconoce su aportación pionera a lo que se ha denominado «modernidad corporativa».

La experimentación arquitectónica del Estilo Internacional comenzó en Europa en los años treinta. Otto Wagner en Viena y Peter Behrens en Alemania cultivaban la ligereza y acentuaban la simplicidad de la volumetría en sus edificios, comenzando a sustituir el efecto tradicional de masa por el de volumen. Las primeras manifestaciones de lo que posteriormente se denominaría Estilo Internacional se pueden encontrar en la obra de cuatro arquitectos europeos: Walter Gropius y Mies van der Rohe en Alemania, J.J.P. Oud en Holanda y Le Corbusier en Francia. Después de la II Guerra Mundial, una generación más joven de arquitectos que continuó los pasos de los pioneros cristalizó la estética de este nuevo estilo. Pero el panorama arquitectónico norteamericano durante los años treinta y cuarenta estuvo poco influido por estas formas simples y novedosas; hasta entonces, los mejores profesionales habían continuado usando un vocabulario tradicional y unos materiales tradicionales en sus encargos más importantes. Hasta los años cincuenta el Movimiento Moderno europeo no se absorbió en América de una manera propia y original, adquiriendo una dimensión nueva y distinta. La estética moderna de exaltación de la máquina y renuncia a la ornamentación unió el acero y el vidrio en el muro cortina, permitiendo la producción rentable de rascacielos en los centros urbanos y en las oficinas de las periferias.

Restauración y reconstrucción
Pero las teorías utópicas de los pioneros del Estilo Internacional no se asociaron en los Estados Unidos a la vanguardia, sino al poder del capital. El dinamismo de la escena norteamericana, donde la posibilidad de la producción en masa de los edificios surgió antes que en ninguna otra parte del mundo, forjó una estética arquitectónica que se convirtió en la quinta esencia de la imagen empresarial del país en los años cincuenta y sesenta.

En las dos últimas décadas, esa búsqueda de la imagen de marca a través de la arquitectura prácticamente se ha perdido, y nadie anticipó que sería necesario crear un movimiento para proteger edificios que se construyeron hace cincuenta años como la Lever House, actualmente en proceso de restauración. La necesidad de que estos edificios sean reconstruidos casi en su totalidad ha puesto en cuestión la autenticidad de un edificio moderno restaurado. También se cuestiona si se deben preservar edificios que fueron concebidos con una mentalidad consumista y para tener una vida relativamente corta, y fueron construidos con métodos baratos y rápidos. Mientras que el movimiento en favor de la protección de estos iconos de la modernidad está ganando ímpetu cada día que pasa y no hay dudas acerca de la necesidad de mantener los mejores edificios de cada periodo arquitectónico, la pregunta sigue siendo dónde trazar esa línea divisoria para evitar que los centros urbanos se queden congelados en el tiempo.


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