Al entrar en cualquiera de las obras de James Turrell, el observador mira directamente el mundo de la luz y la penumbra, aunque el mundo desde donde se mira no es lo más importante, ya que es transformado por la percepción de cada individuo. Como explica el artista, «es importante modular la luz como el sonido. De esta manera no todo se encuentra al máximo de intensidad. Apreciamos la luz experimentando también su ausencia. Obviamente, nuestros ojos están hechos para una luz muy diferente de la diurna, ya que ésta nos hace entornar los ojos y las pupilas están casi cerradas, incluso cuando nos ponemos gafas de sol. En el instante que la luz baja y las pupilas se abren es cuando realmente sentimos con los ojos, cuando del ojo proviene una sensación táctil. Esto sucede a los niveles más bajos de luminosidad»...[+]