Lírica del sosiego

Stephen Fox 
31/08/2017


La foto del interior del Estudio Rojo (Red Studio) tomada por Paul Hester en 1983 sintetiza perfectamente la arquitectura de Carlos Jiménez. Como demuestran los proyectos de esta monografía, el cuadrado, la diagonal, el retranqueo y el uso del color conforman las partes fundamentales del imaginario arquitectónico de Jiménez, que, a lo largo de treinta años, ha ido explorando el potencial de estos elementos para construir la experiencia espacial. Pero la foto de Hester documenta, además, un rasgo espacial que ya no existe, habida cuenta de que las reconfiguraciones del Estudio Rojo han alterado el estado original, y, en este sentido, la imagen introduce de un modo subrepticio otros temas como el tiempo y el cambio, que también deben tenerse en cuenta a la hora de considerar la arquitectura de Jiménez.

La economía con la que Jiménez presenta sus edificios en esta publicación habla de su búsqueda de orden, de claridad, de calma. El plano de situación, la planta, el alzado y la sección describen su metódica exploración del entorno, la luz, la orientación, el programa, los materiales y los procesos constructivos. Los bocetos en color de sus cuadernos muestran cómo utiliza el dibujo para abordar el conocimiento de las relaciones presentes en el lugar, la organización espacial y los detalles constructivos. La secuencia cronológica de sus edificios permite ver cómo el arquitecto investiga en sus afanes arquitectónicos a través de series de dibujos: un modo lineal de presentar sus obras que también permite que seamos conscientes de la coherencia de su arquitectura a lo largo de estos treinta años y de cómo el arquitecto ha ido trabajando sus ideas sin distraerse por los cambios cíclicos que ha venido sufriendo el discurso de la arquitectura desde la década de 1980. 

Carlos Jiménez no está al margen de esos discursos. Como miembro del jurado del Premio Pritzker entre 2001 y 2011, ha viajado por todo el mundo para conocer a arquitectos, visitar edificios y participar en animados debates sobre la disciplina. Es profesor de arquitectura en la Universidad de Rice en Houston y da conferencias, habla en simposios y participa en jurados en todo el mundo. Sin embargo, al mismo tiempo que dialoga con teorías y arquitectos, Jiménez no deja de reafirmarse en sus convicciones arquitectónicas con modestia y seguridad. La confianza y la claridad que traslucen sus edificios contrastan con la agresiva excentricidad de las obras de tantos arquitectos-estrella de los últimos años. La arquitectura de Jiménez tiene carácter, como demuestra bien esta monografía, pero es ajena a ambiciones formales desenfrenadas. Jiménez investiga cómo usar en sus edificios lo que podría describirse como ‘artefactos de extrañamiento’, quizá para evitar una sencillez que, de otro modo, podría resultar demasiado complaciente. La austeridad es una parte fundamental en la economía de la arquitectura de Jiménez, pero también lo son la ingenuidad, el ingenio y la brillantez. 


A lo largo de treinta años, Carlos Jiménez ha sido fiel a una arquitectura tan eficaz como sosegada y poética, al margen de excentricidades y modas.

Primeras obras

Como el interior del Estudio Rojo, las primeras obras de Jiménez muestran rasgos y preocupaciones que el arquitecto sigue explorando hoy. El Estudio Azul, que comenzó como una ampliación del Estudio Rojo, lleva el color del cielo a un barrio de la poco celestial Houston, donde Jiménez ha trabajado y vivido durante toda su carrera. En la Houston Fine Art Press, Jiménez idea una ingeniosa sección que resuelve todos los problemas y donde el estuco rosado materializa el entusiasmo derivado de este descubrimiento.

Jiménez usa la planta en L de una casa preexistente para configurar el espacio exterior cuando transforma la Casa Beauchamp; luego introduce planos de techo curvos para definir los volúmenes interiores. Cualifica la sencillez plana de la Casa Chadwick abriendo en sus paredes de tablillas de madera los vacíos del porche y las ventanas; así, el apilamiento de las ventanas cuadradas anima con inteligencia el plano estático de las paredes. En la Galería Lynn Goode crea un retranqueo diferenciando el plano principal de la fachada de estuco naranja del plano con paneles acanalados de acero; en el interior, las ventanas cuadradas superiores llevan al edificio la vida de los robles que lo rodean. 

En la Casa Neuhaus, Jiménez dispone una planta en L para rodear el patio trasero, y enmarca un extremo de la calle frente a la casa con una curva aplanada y asimétrica cuyo borde delantero dota a la casa de un perfil dinámico. En el Edificio Administrativo y Escuela del Museo de Bellas Artes de Houston, Jiménez adapta la planta en L a un edificio institucional para definir un patio trasero; además, usa al exterior secciones de cubierta curvas e inclinadas para diferenciar las distintas partes del programa interior, y conforma un interior etéreo que hace del trabajo en este edificio una experiencia sublime.

En la Casa Saito, Jiménez conserva y a un tiempo reinterpreta una casa preexistente, yuxtaponiendo los huecos de las ventanas para articular la reordenación completa del espacio interior. Por su parte, en la Casa Lott, introduce la simetría ambivalente como método para afirmar y cualificar la centralidad en cuanto herramienta de ordenación.

Ya en sus primeras obras, como el Estudio Rojo o la Casa Neuhaus, Jiménez recurre a los planos abstractos, los cuadrados, las diagonales y los campos de color tan característicos en su carrera de arquitecto.

Jiménez proyecta un edificio contenido para la Escuela de Arte Spencer en el Williams College de Williamstown, en Massachusetts; dispone una planta en forma de L para contener las diferentes partes del programa. La sobriedad del exterior del edificio se iguala con el carácter etéreo de sus espacios interiores, entrelazados sutilmente con el entorno.

La Casa Jiménez, situada al otro lado de la calle donde se ubica el estudio del arquitecto, adopta una disposición en L, con la adición de un ala trasera. La planta en L es la ordenación preferida por Jiménez para las viviendas unifamiliares. La actitud introvertida de la Casa Jiménez, con grandes ventanales en la planta superior (mirando sólo al patio trasero en la primera planta), resulta característica en los edificios que el arquitecto ha proyectado para sí mismo. 

Elogio de la modestia

En la sucursal para el Irwin Union Bank en Seymour (Indiana), Jiménez recurre a una simetría ambivalente con el objetivo de dotar de presencia a un edificio situado en un sprawl típico estadounidense. La diagonal ascendente de la marquesina que sombrea las plazas de aparcamiento produce una sensación de levitación espacial que refuerza la visibilidad del pequeño edificio. 

El sosiego que forma parte esencial de la arquitectura de Jiménez resulta evidente en su propuesta para el Museo de Arte Moderno de Fort Worth. Diseñado para construirse junto al Museo Kimbell de Kahn, el proyecto muestra la determinación del arquitecto de responder al lugar y al programa, en lugar de optar por la mera bravuconería formal. La delicada interpretación del enclave ondulado donde se sitúa el museo, el uso de alas con salas expositivas para cerrar los patios interiores, y el empleo de lucernarios demuestran su atención a los requisitos espaciales para la exposición de obras de arte.

Además de la sucursal-prototipo para el Irwin Union Bank, Jiménez también ha proyectado en Indiana un edificio en Columbus, ciudad famosa por el programa que, desde los años 1950, y gracias a J. Irwin Miller y la Cummins Engine Foundation, ha permitido encargar a los arquitectos más importantes de los Estados Unidos edificios tanto para Columbus como para otras poblaciones cercanas. La Cummins Engine Company encargó a Jiménez el Centro de Desarrollo Infantil Cummins, un kindergarten cerca de la principal planta de operaciones de la empresa. En este edificio, Jiménez investiga la yuxtaposición de ventanas y paneles de acero que contrastan en textura y color con los muros de ladrillo gris para modificar la percepción de la escala. El arquitecto enfatiza la continuidad de las ventanas alineadas horizontalmente que permiten ajustar la escala del edificio al tamaño de los niños.

Ejemplos como el Centro de Arte Peeler, los museos de Fort Worth y Nelson Atkins y las escuelas de arte Tyler y Spencer dan cuenta del modo en que Jiménez sabe fundir la vocación cívica con la sensibilidad poética.

Un segundo encargo para la Cummins Engine Company, el prototipo para una distribuidora de motores diésel, se construyó en una de las sedes de la empresa, situada junto a la autopista de Houston. Jiménez aplica aquí los colores corporativos sobre los muros de hormigón, que incorporan en su extremo superior una diagonal ascendente. Las diferencias de expectativas y recursos que hay entre un edificio comercial y uno institucional se ponen de manifiesto al comparar el prototipo para Cummins con el Centro de Arte Peeler en el campus de la Universidad DePauw de Greencastle, también en Indiana. La definición del espacio a través de la planta, y de los perfiles moldeados y de los paramentos doblados, así como el contraste entre lo normativo y lo icónico (las ventanas que iluminan los talleres de pintura), subrayan sutilmente la complejidad programática del edificio y el esfuerzo del arquitecto por reforzar el carácter del campus a través del proyecto. 

Minimalismo ético

La capacidad de Jiménez para sacar partido de presupuestos cortos puede comprobarse en The Peavy, su prototipo de casa asequible ideado para una exposición organizada por Michael Bell en 1998. Aquí el arquitecto trata el minimalismo no como un estilo decorativo, sino como imperativo ético para configurar una casa sostenible desde el punto de vista medioambiental, e ingeniosa desde el espacial. 

Las propuestas de Jiménez para los concursos de ampliación del Museo de Arte Nelson-Atkins en Kansas City y de transformación del Instituto de Bachillerato Booker T. Washington de Dallas evidencian la habilidad del arquitecto para responder a programas complejos en solares limitados con una modesta capacidad de ir al grano y con claridad. Como muestran sus dibujos y estudios, la propuesta para el concurso del One Museum Place en Atlanta está concebida para absorber las tensiones procedentes de los edificios y paisajes del entorno.

En Houston, Jiménez consigue que la Casa Girouard, con sus dos plantas, sea espacialmente sencilla y perceptivamente compleja gracias a la forma en que gira las alas del edificio. Es el primer edificio en el que el arquitecto aplica tonos saturados de verde para evocar el intenso verdor de la ciudad. La organización en L y los muros verdes de la Casa Marvil-Smyth, la Casa Hanneman, y el Estudio para un Fotógrafo profundizan en esta investigación. Por su parte, la Biblioteca Whatley, a las afueras de Austin, atesora los libros bajo un techo moldeado con una ligera curvatura. El pequeño edificio queda determinado por una simetría ambivalente: se centra en torno a un vacío en la planta baja y un pasadizo cubierto que los coches pueden atravesar, una concesión de Jiménez a las costumbres locales de Austin y a las tradiciones vernáculas regionales de Texas.

Construidas con bajos presupuestos y resueltas con sencillos y rigurosos detalles, las casas de Jiménez modifican el tipo tradicional aislado o en torno a un patio para establecer una relación franca con el exterior. 

Jiménez ajusta la Casa Crowley en Presidio County (Texas) a una organización en Z que permite enmarcar una variedad de patios y hacer que la casa parezca compacta desde el interior. Trata los espacios interiores como observatorios para contemplar los impactantes efectos atmosféricos y las vistas lejanas de la región texana de Trans-Pecos.

En Fishers, a las afueras de Indianápolis, Jiménez diseñó su primer edificio de oficinas de alquiler junto a una autopista, construido y ocupado inicialmente por la Irwin Mortgage Company. La aspereza de su estructura de cuatro plantas con losas y la síncopa disonante de sus muros cortina expresan un extrañamiento que hace que el edificio parezca a un tiempo arquitectura e infraestructura: una nueva estrategia de Jiménez para construir en el paisaje del sprawl estadounidense. El arquitecto sigue con esta estrategia infraestructural en sus dos edificios para la Universidad de Rice, ambos fundamentalmente almacenes: el Depósito de la Biblioteca y el anejo Centro de Datos. Las dos son construcciones de paneles de hormigón pintados con un verde intenso. Jiménez coloca sobre los paramentos de fachada perfiles abocinados diagonalmente que realzan los efectos de claroscuro en lo que de otra manera hubieran sido sin más paneles planos.

La tercera escuela de arte proyectada por Jiménez es la Tyler, en la Universidad Temple de Filadelfia. Compartiendo con otros edificios la mitad de una manzana al norte de la ciudad, la Escuela Tyler adopta una disposición en L, rodeando un patio interior. Austero al exterior, el edificio se anima con sus paramentos de ladrillos insertos en grandes paneles, sus muros cortina con bandas horizontales de vidrio azul, sus esquinas inclinadas diagonalmente que se elevan para contener las ventanas de la parte superior (correspondientes a los talleres), y los espacios públicos interiores recubiertos de color.

El color también es protagonista del primer edificio en altura de Jiménez y asimismo el primero en Europa: la Residencia Ambre, de 17 pisos y 83 unidades residenciales, una promoción de vivienda social situada en el centro de la nueva ciudad de Évry-Essone, a las afueras de París. En este edificio, Jiménez resuelve el problema de los vacíos verticales apilando balcones construidos con paneles de hormigón de color ámbar, que dialogan con la sobriedad de los paneles de terracota gris que revisten las fachadas exteriores de la torre. De haberse construido, el espacio conmemorativo, el centro comunitario y el complejo de viviendas sociales en el barrio de Beniopa en Gandía (España) habría sido la segunda obra de Jiménez en Europa.

Espacios para la vida

Las obras más recientes de Jiménez son encargos de un solo cliente, el abogado Tim Crowley, que reparte su tiempo entre Houston y Marfa. Es él quien le ha encargado la ampliación del Teatro Crowley en Marfa, así como la transformación del Edificio Childers, de una planta, en el Hotel Saint George, de cuatro, además del proyecto del anejo Saint George Hall para su conversión en un edificio de oficinas en El Paso Street, también en Marfa. El Hotel Saint George, encaramado en lo alto del Childers Building, es un grueso volumen con forma de bloque, una solución distinta a las delgadas secciones que son características de los edificios de Jiménez. Los nuevos pisos superiores del hotel, construidos con una estructura ligera de acero revestida con paneles de estuco pintados con dos tonos de un blanco radiante, se articulan mediante juntas horizontales y verticales que mitigan el impacto del volumen y permiten que este pueda reflejar la brillante luz típica de la región de Trans-Pecos.

El anejo Saint George Hall, un edificio de estructura de acero que contiene el espacio para eventos del hotel y un patio cerrado con vegetación, está alineado con las vías del ferrocarril que atraviesan el centro de Marfa. La sala principal está revestida con bloques cerámicos, un material asociado a los edificios industriales. Jiménez corta la cubierta para bañar de luz natural el interior del edificio. Una estrategia en sección parecida a la empleada en el Teatro Crowley, ampliado con una pieza para espacios de servicio. Por su parte, el edificio de oficinas que se extiende a lo largo de la vía del ferrocarril detrás del Saint George Hall es un ejercicio de preciso alineamiento horizontal, de retranqueo de planos y de empleo de tonos rojizos (también en este caso el volumen se reviste con bloques cerámicos). Jiménez ha encontrado en Tim Crowley un cliente que valora la sencillez y comprende que la arquitectura no consiste en ejercicios de ‘estilo’, sino en configurar espacios capaces de albergar la vida. 

La última obra, por el momento, de Carlos Jiménez es el Templo budista Won de Houston. Enclavada entre el aparcamiento de camiones de una empresa de construcción, una tienda de recambios de automóvil, un pequeño almacén y lo que queda de una vivienda unifamiliar de los años 1950 sombreada por unos inmensos robles, el templo se levanta en un paisaje que sintetiza bien las contradicciones de Houston como metrópolis rústica. El arquitecto acumula la edificabilidad en un solar llano, tras ceder buena parte del suelo disponible a un aparcamiento para cumplir con las ordenanzas municipales. Conservando los robles, Jiménez sitúa la Sala del Dharma del templo tras el pabellón comunitario y la vivienda del sacerdote, envolviendo la sala con un muro exterior que encierra un jardín poco profundo que puede verse desde el interior a través de unas ventanas bajas. Un falso techo, moldeado con un pliegue, distribuye la luz por la sala. La habilidad de Jiménez para transmitir calma, espiritualidad y una luminosidad etérea mediante sus diagramas y dibujos se deriva de la manera en que uno experimenta los espacios reales, que hacen posible predecir las sensaciones que contienen potencialmente tales dibujos.

Una arquitectura de la emoción

Carlos Jiménez ha basado su manera de entender la arquitectura en el cuadrado, la diagonal, el retranqueo de los planos y el color. Con estos elementos ha erigido edificios donde hay secciones adecuadas, reciprocidad entre los espacios interiores y exteriores, techos curvados que conforman el volumen y distribuyen la luz, esquinas que perfilan los volúmenes, ejes ambivalentes que estabilizan la composición sin centralizarla, muros y vacíos estratificados que permiten afinar las escalas, y yuxtaposiciones de lo icónico y lo convencional; edificios que saben aprovechar la inteligencia espacial de la disciplina, que van más allá de lo complaciente mediante mecanismos de extrañamiento, que bañan el espacio de luminosidad, ligereza y silencio y que, al cabo, conforman una arquitectura del sosiego, la modestia, la utilidad y la serenidad. Si estas virtudes no parecen tan relevantes en un mundo que busca lo original y lo espectacular, al menos sí hacen posible obras que son, sin duda, agradables de habitar. 

Mientras que la Casa y el Teatro Crowley se abren al desértico paisaje de Marfa, otras obras como el Templo budista Won en Houston se ciñen a un volumen compacto para generar espacios más controlados y herméticos.

El tiempo ha afectado a la obra de Jiménez. Los relevos en la propiedad, las demoliciones, las quiebras, los divorcios, las muertes, las inundaciones, los concursos ganados por otros arquitectos, los repintes anodinos: todos sirven para demostrar que incluso una arquitectura tan delicada y refinada como la de Jiménez debe ser dura y resistente para hacer frente al paso del tiempo, especialmente en Houston, donde no hay consenso a la hora de reconocer que la arquitectura tiene un valor cultural. Como observa Lars Lerup, compañero del arquitecto en el mundo académico, Carlos Jiménez es optimista, alegre y está siempre dispuesto a resolver problemas; trabaja duro para construir espacios sencillos pero irresistibles desde el punto de vista emocional.

Los edificios y proyectos presentados en esta monografía dan cuenta de la constante dedicación de Carlos Jiménez a la arquitectura, y recuerdan a aquellos que viven sus edificios, ya sea en la realidad o a través de los libros o las revistas, que, incluso en el mundo cotidiano, la arquitectura puede tener la capacidad de convertirse en un instrumento que suscita emociones de índole espiritual.

Stephen Fox es miembro de la Anchorage Foundation de Texas.
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