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La inquietud social

Antonio Vázquez de Castro, Madrid (1929)

Luis Fernández-Galiano 
30/06/2017


Poblado dirigido en Caño Roto, Madrid (1957-61)

Hijo de un artillero de la Armada, Antonio Vázquez de Castro fue el penúltimo de diez hermanos, y por lo tanto tan educado por estos como por sus padres. Párvulo en el Instituto Escuela de Arniches y Domínguez en vísperas de la Guerra Civil, y muy dotado para el dibujo, tras su educación secundaria en el Instituto Ramiro de Maeztu decidió cursar Arquitectura, como antes lo había hecho su hermano Luis. La Escuela donde enseñaban Modesto López Otero o Pascual Bravo estaba entonces en horas bajas, pero el joven Antonio pudo beneficiarse de las clases de los matemáticos Barinaga o San Juan en los dos cursos preparatorios en la Facultad de Ciencias Exactas y la enseñanza inspiradora del escultor Ángel Ferrant en la Escuela de Artes y Oficios, que le puso en contacto con la vanguardia cosmopolita de las artes.

Una utopía en tapiz

Vázquez de Castro se titularía finalmente como el wunderkind de su generación de arquitectos, y en 1957 recibe un encargo que habría de marcar su carrera, el Poblado Dirigido de Caño Roto, uno de los muchos promovidos en Madrid para absorber la inmigración rural. Ingresado en la Escuela junto a José Luis Íñiguez de Onzoño, que sería su socio durante casi todo su trayecto profesional, Vázquez de Castro aborda con él un empeño arquitectónico de extraordinaria dificultad y admirable resultado, porque el proyecto debía hacer posible la ‘aportación personal’ en forma de trabajo de los chabolistas que ocuparían las viviendas, y el tapiz de casas con patio diseñado por los arquitectos no sólo permitía esta participación popular en la construcción sino que ofrecía un tejido residencial compacto de alta densidad y baja altura mucho más eficaz que la habitual combinación de hileras, torres y bloques, un mat building neorrealista que los abstractos parques de juegos infantiles diseñados por Ferrant y las elocuentes fotografías de Kindel ayudarían a convertir en un ejemplo ampliamente difundido fuera de España, y una ‘Alhambra de suburbio’ con sus patios dotados de sauce y fuente que el propio Antonio habitó durante los primeros años de su matrimonio. Caño Roto se terminaría en 1961, pero el arquitecto volvería al poblado en 1966 para construir un grupo escolar que es hoy sede administrativa, mostrando la versatilidad de sus formas compactas.

Realismo cerámico

Al mismo tiempo que regresaba a Caño Roto, el arquitecto volvió al instituto donde había cursado el bachillerato para levantar un polideportivo vinculado a la práctica del entonces poco popular baloncesto, que el director Magariños había introducido con el éxito que el equipo Estudiantes todavía atestigua, y la obra se resolvió con el rigor constructivo y la austeridad cerámica aprendidos en las modestas obras suburbiales, enriquecidos por el conocimiento directo de la cultura del ladrillo adquirido en viajes a Holanda e Inglaterra. Esa recuperación de la construcción cerámica como soporte de una modernidad eficaz y sobria, que ya había caracterizado el racionalismo madrileño de la generación del 25, sirvió a Vázquez de Castro para construir edificios de viviendas en la calle Ayala o en la calle Cáñamo donde el seco realismo se templaba con detalles neomudéjares que entraban en diálogo con la rica tradición ornamental de la arquitectura de fines del siglo XIX.

Edificio de viviendas en la calle Ayala, Madrid (1966-69)

La manzana como forma urbana

En las postrimerías del franquismo y la etapa de la Transición, Vázquez de Castro asumió responsabilidades que le obligaron a hacer un paréntesis en su trabajo de arquitecto. La obtención de una cátedra de Proyectos en la ETSAM en 1973 y su elección como decano del COAM en 1975 eran aún compatibles con la actividad profesional, pero su nombramiento en 1982 como Director General de Arquitectura marcó una inevitable pausa en sus proyectos, que antes y después se centraron en la vivienda y en la manzana como forma urbana, en sintonía con una cierta sensibilidad postmoderna de recuperación de tipos edilicios tradicionales. Así ocurre en la manzana de la Fosforera de Carabanchel, todavía con ecos mudéjares; así también en la de Las Moreras en Córdoba, muy condicionada por la ordenanza; y así por último en la de Baracaldo, que se adapta con habilidad a la difícil parcela de borde.

Obras emblemáticas

En la Sevilla del 92, Vázquez de Castro realizó con Ricardo Aroca el edificio EXPO, un gran pabellón permanente que proyectó con una cubierta de tensegrity con palmeras metálicas retráctiles, pero que acabó rematándose con una convencional pirámide truncada de barras de acero; y en Madrid continuó la rehabilitación del antiguo hospital de Atocha para albergar el Centro de Arte Reina Sofía, rescatando la belleza de las bóvedas de Sabatini y añadiendo unas torres de vidrio con ascensores panorámicos en las que colaboró el británico Ian Ritchie. Obras ambas importantes, pero lejos de la escala titánica de la Universidad Islámica de Riad, donde el arquitecto se esforzó en disponer los 8 millones de metros cuadrados de construcción en una trama compacta que mejorara el comportamiento climático.

Investigación y experiencia

La voluntad innovadora de su carrera, que se manifestó tempranamente con el Tabibloc —un sistema constructivo desarrollado en 1970 con el que fue seleccionado en el mítico concurso PREVI de viviendas autoconstruidas en Lima, y con el que también levantaría viviendas sociales en Ceuta, apartamentos turísticos en la costa malagueña y residencias burguesas en el barrio madrileño de Aravaca— se extiende hasta el proyecto que ha ocupado la última etapa de su vida profesional, una ciudad lineal denominada Al-Korim que recorre la franja costera del sur del Mediterráneo como un recurso de alojamiento y desarrollo económico que permita contener los flujos migratorios, una propuesta visionaria que enlaza su trayecto vital con aquel Caño Roto levantado para absorber la marea demográfica de la inmigración rural. [+]

El tapiz neorrealista de Caño Roto fue la obra más importante de Vázquez de Castro, que también exploró el neomudéjar en proyectos residenciales, y la industrialización con el Tabibloc, desarrollado para el pionero PREVI de Lima. 



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