Es un tópico citar a Talleyrand («Ceux qui n’ont pas connu l’Ancien Régime ne pourront jamais savoir ce qu’était la douceur de vivre») para evocar la dulzura rococó de la vida aristocrática anterior a la Revolución, y muchos de mi generación aprendimos a menospreciar la genealogía Watteau-Boucher-Fragonard al ser incapaces de separar hedonismo y privilegio. Pero la Boucher Room y la Fragonard Room de la Frick Collection neoyorquina desarman cualquier reticencia, y los paneles de El progreso del amor del pintor de Grasse trazan la senda placentera que lleva la mirada adulta hasta el Goya de los cartones, hoy exquisitamente iluminados en las alturas del Prado. Si en su día solo podíamos admirar a Chardin, ahora nos atrevemos a recorrer el tránsito que lleva de los columpios de Boucher al de Fragonard, y de ahí al del pintor de Fuendetodos.
El sacrificio de Calírroe, de Jean-Honoré Fragonard, ilustra un episodio de la mitología griega que recoge Pausanias, un amor trágico donde la cólera de Dioniso provoca la muerte de los protagonistas, pero no es necesario conocer el relato con detalle para apreciar la sombría belleza del escenario violentamente agitado donde los amantes perecen sin perder la sensualidad desmayada de todas las figuras, en una máquina académica y teatral que se redime en el encanto de cada rostro y en la destreza de cada pincelada. Tras su formación con Chardin y Boucher, Fragonard viajó a Italia con Hubert Robert y se familiarizó con la gracia suntuosa de Tiepolo, y la influencia de todos ellos está presente en el gran lienzo de cuatro metros de longitud que presentó en 1765 para obtener el ingreso en la Academia, una obra elogiada por Diderot y hoy en el Louvre.
El ricordo ilustrado, que forma parte del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, perteneció a Godoy, cuya formidable colección de más de mil pinturas —entre las cuales La Venus del espejo de Velázquez o La maja desnuda de Goya—, alojadas en el palacio de Buenavista, se dispersó tras el exilio del favorito real y la confiscación de sus bienes por la Corona, aunque tres centenares de ellas pudieron rescatarse y son el fundamento del Museo de la Academia. Miembro de la misma y residente en una casa colindante con el palacio que albergó las pinturas del Príncipe de la Paz, celebro que entre las que se trasladaron de la plaza de Cibeles a la calle de Alcalá se halle este exquisito ricordo, porque las pinturas de menor formato que se ejecutaban para no olvidar la composición original poseen a menudo un atractivo íntimo que los visitantes del Prado pudieron comprobar recientemente, cuando los seis lienzos dublineses de La parábola del hijo pródigo de Murillo se expusieron junto a los ricordi que posee el propio museo. El sacrificio de Calírroe puede representar un mito trágico y convulso, pero en el ricordo de la Academia la dulzura de la vida se expresa baudelairianamente: todo en él es luxe, calme et volupté.
Mientras las obras de pintura española de la Frick Collection se exponen en el Prado, el conjunto mítico de Fragonard en el museo neoyorquino se evoca aquí con un ricordo de la Academia.
Exposición: El gusto francés y su presencia en España (siglos XVII-XIX)