La nueva obra en Lyon del estudio parisino Jakob & Macfarlane demuestra que la rutinaria forma del cubo puede dar lugar todavía a propuestas estéticas insospechadas y sugerentes.
El edificio, destinado a albergar las oficinas de la sede social de una importante empresa lionesa, está situado en una pequeña península, no muy lejos de la confluencia de los ríos Ródano y Saona. Levantando enfáticamente su volumetría dramática —cúbica y orgánica a la vez— frente al antiguo mercado de la ciudad, la construcción adopta una volumetría cúbica coloreada de un audaz naranja, que sirve para dibujar una imagen capaz de erigirse en una referencia en el agresivo contexto urbano donde el edificio se inserta.
Remitiéndose al pasado industrial de Lyon, la cáscara cúbica está envuelta por una celosía de aluminio que se concibe como una pantalla capaz de reflejar la luz. La trama azarosa de la piel aligera visualmente el volumen gracias a las variaciones del dibujo de los alzados, interrumpidos por el gran mordisco orgánico que tensa una de las esquinas del edificio. Este vacío funciona como un atrio de iluminación, al que se vuelcan las plataformas y terrazas interiores. Las vistas cruzadas y los contrastes lumínicos así producidos combaten la monotonía y la seriedad asociada convencionalmente a los edificios corporativos.